El Gran Mate de la Abuela



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivía una abuela muy querida por todos, a quien todos conocían como Abuela Loli. Ella tenía una habilidad especial: preparar el mejor mate del mundo. Todos los días, los chicos del barrio se acercaban a su casa después de la escuela para compartir historias y disfrutar de su delicioso mate.

Un día, mientras estaban sentados en su patio, uno de los chicos, Tomás, se animó a preguntar:

"¿Abuela, vos nos contás historias todo el tiempo, pero, ¿alguna vez te gustaría que nosotros te contásemos a vos?"

La abuela sonrió con los ojos brillantes:

"¡Claro, mis queridos! Me encantaría escuchar sus historias. Todos tienen algo valioso que contar."

Así, se decidió que cada uno de los chicos, al tomar su turno para beber mate, contaría una historia que había creado. Pensaron en los personajes de sus cuentos, en los mundos que querían explorar y en las aventuras que podrían vivir. Pero había un pequeño problema: ¡a algunos les daba un poco de vergüenza contar sus historias!"Yo no sé si puedo contarla, Abuela. A veces me da miedo que no les guste a los demás", murmuró Ana, una de las chicas más tímidas.

Abuela Loli la miró con ternura:

"Ana, lo importante no es que les guste. Lo importante es que sea tu historia. Todo lo que tenés para contar es único y especial. ¡Te animo a que compartas!"

Con ese empujón, Ana se sintió más segura y decidió narrar una historia sobre una niña que vivía en un mundo donde todo estaba hecho de caramelos.

Los demás la escucharon con atención y aplaudieron al finalizar. Esto dio valor a Tomás, quien también se lanzó a contar su relato sobre un perro mágico que hacía que los deseos se hicieran realidad.

La ronda siguió, y pronto cada chico había compartido una historia. Abuela Loli comentó:

"¡Qué maravilla! Cada uno de ustedes tiene un talento especial para contar cuentos. Deberíamos compartir estas historias con más gente."

Los chicos iluminaron sus caras con una idea brillante.

"¡Podemos hacer un festival de cuentos en el pueblo!" exclamó Lucas.

Con la ayuda de Abuela Loli, se pusieron manos a la obra. Todos trabajaron juntos: pintaron carteles, invitaron a amigos y familiares, y prepararon más mates para acompañar la tarde de relatos. Abuela Loli les propuso:

"Así como el mate se comparte, también debemos compartir nuestras historias. ¡Vamos a difundir la magia de la narración!"

Llegó el día del festival. El patio de Abuela Loli, lleno de luces de colores y risas, se transformó en un lugar de encuentro. Cada niño tomó su turno para contar una de sus historias bajo el sol. La alegría reinaba y la magia de las palabras hacía que todos se acercaran a escuchar.

De repente, una anciana del pueblo se acercó. Se presentó como Doña Rosa y, visiblemente emocionada, dijo:

"Mis queridos, me recordó de cuando era joven y soñaba con contar historias. Parece que la magia de contar se ha transmitido y vive en ustedes."

Al final de la jornada, Doña Rosa se unió al grupo y contó su propia historia sobre dragones y valientes, dejando a todos boquiabiertos. Con cada palabra, esos pequeños cuentos se entremetían formando una cadena de sueños compartidos.

La alegría de aquel festival se propagó por todo el pueblo y, a partir de ese día, el barrio de Arcoíris se llenó aún más de historias. Abuela Loli había inspirado a los chicos a creer en sí mismos y a compartir su creatividad.

"Recordad, pequeños narradores," dijo Abuela Loli cuando todo había terminado,

"Sus historias son el ladrillo de un mundo imaginario. Siempre tengan la valentía de compartirlas y, sobre todo, de disfrutar el mate de la vida juntos."

Y así, todos regresaron a casa con el corazón lleno de palabras, el alma llena de alegría, y la promesa de que la magia de contar historias nunca se detendría.

FIN.

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