El Gran Mercado de Lanas
En un pequeño pueblo, donde todo parecía siempre igual, vivía un cartero llamado Pablo. Pablo tenía una vieja bicicleta que lo llevaba todos los días a entregar cartas a los habitantes de la zona.
Un día, vio que las ovejas del granjero Diego estaban muy sucias y decidieron hacer un trato. "Pablo, si me ayudas a limpiar las lanas y a preparar las ovejas para el mercado, te pagaré con algunas lanas de la mejor calidad"-, dijo el granjero.
Pablo aceptó con entusiasmo, imaginando cuántas cartas podría entregar y cuánto podría ganar si las vendía en el pueblo.
Sin embargo, al terminar el trabajo, por primera vez se dio cuenta de lo arduo que era aquel proceso y cómo, aunque había realizado una labor dura, no siempre las recompensas eran inmediatas y fáciles de conseguir.
Así fue que Pablo, al llegar al mercado con las lanas, decidió ofrecerlas a otros comerciantes.
Pero pronto se dio cuenta de que debía aprender a valorar su propio trabajo y esforzarse también en presentarlas adecuadamente. "Si quiero que mi trabajo valga algo, necesito hacer un buen esfuerzo"-, pensó mientras organizaba las lanas en su puesto.
A medida que pasaba la tarde, habiendo vendido algunas, se sintió cansado, pero también orgulloso de haber logrado un pago justo por su empeño.
A partir de ese día, Pablo entendió que trabajar no solo era por recibir dinero, sino por aprender a valorar su esfuerzo y a tener un propósito en cada entrega que hacía, haciendo del mundo un lugar un poco mejor, aunque a veces fuera difícil.
FIN.