El Gran Misterio de la Cancha de River



Era un día soleado en Buenos Aires, y los chicos del barrio estaban entusiasmados por jugar un partido de fútbol en la famosa cancha de River Plate. Entre ellos estaban Lucho, un apasionado hincha, y su mejor amiga, Sofía, que soñaba con ser una gran jugadora.

"¡Hoy es el día!", exclamó Lucho mientras acariciaba su camiseta de River.

"Sí! Vamos a demostrarles a todos lo que sabemos hacer!", respondió Sofía, sonriendo entusiasmada.

Cuando llegaron a la cancha, notaron algo raro. ¡Las pelotas habían desaparecido!"¿Dónde están? No puede ser que el día de nuestro partido se hayan esfumado!", se quejó Lucho.

"Tal vez se las robaron", sugirió Sofía con un tono intrigante.

Los chicos comenzaron a buscar pelotas,. Miraron detrás de los bancos, debajo de las gradas, ¡en todas partes! Pero no había ni una sola.

De repente, encontraron a un grupo de niños llorando cerca de la entrada.

"¿Qué pasa?", preguntó Sofía.

"No podemos jugar porque nuestras pelotas también desaparecieron!", respondió uno de ellos, con lágrimas en los ojos.

"¿Es un misterio?", dijo Lucho, emocionado.

"¡Sí! Y tenemos que resolverlo!", dijo Sofía con determinación.

Los amigos decidieron hacer un equipo para investigar la extraña situación. Se pusieron a pensar.

"Quizás hay un ladrón de pelotas en la ciudad", sugirió Lucho.

"O tal vez alguien las ha escondido como una broma", comentó Sofía.

En su camino, se encontraron con el perro de don Ramón, el anciano que siempre estaba en la plaza.

"¡Hola, perrito! ¿Has visto pelotas por aquí?", le preguntó Lucho.

El perro movió la cola y ladró varias veces, como si quisiera guiarlos hacia un lugar.

"¡Vamos! ¡Sigue al perro!", gritó Sofía.

El perro los llevó a un viejo galpón cerca de la cancha. Cuando llegaron, encontraron una puerta entreabierta. Con cautela, se acercaron y miraron adentro.

"¡Es un lugar oscuro!", dijo Lucho, sintiéndose un poco asustado.

"No hay que tener miedo, somos un equipo. ¡Contemos hasta tres y entramos juntos!", animó Sofía.

"Uno... dos... tres!", gritaron a la vez y cruzaron la puerta.

Dentro del galpón, vieron un montón de pelotas apiladas en un rincón, pero también había un gesto sorprendente: un grupo de chicos mayores estaba ahí, tratando de hacer un juego con las pelotas, pero no parecían estar disfrutando.

"¿Por qué tienen nuestras pelotas?", preguntó Lucho indignado.

"Nosotros solo queríamos jugar, pero nadie nos deja usar la cancha. Además, pensamos que a ustedes no les importaría", respondió el más alto de ellos, con cara de pena.

Sofía se dio cuenta de que esa situación había causado que todos se sintieran mal.

"Chicos, ¿y si jugamos todos juntos? No hay razón para que nadie se quede sin jugar. ¡El fútbol es para compartir!", propuso Sofía.

"Pero... no queremos hacer trampa", dijo el más pequeño de ellos.

"No haríamos trampa. ¡Hagamos un gran partido! Todos juntos, en el mismo equipo. Así, la cancha puede ser de todos", insistió Lucho entusiasmado.

Los chicos mayores se miraron y, al ver las ganas de los más pequeños, accedieron.

"¡Bárbaro! Entonces, ¡que empiece el partido!", exclamó el chico alto sonriendo.

El juego comenzó, y en lugar de sentirse enojados o tristes por las pelotas que habían desaparecido, todos se reían y disfrutaban de la nueva experiencia. Al finalizar, todos quedaron cansados pero felices y llenos de nuevas amistades.

"¿Vieron? ¡Esto es lo que realmente importa!", dijo Sofía, sonriendo.

"Sí, el fútbol es mejor cuando jugamos juntos!", añadió Lucho.

Desde ese día, decidieron organizar partidos cada sábado, donde todos los niños del barrio pudieran unirse, sin importar la edad. Las pelotas desaparecidas se convirtieron en un recuerdo de cómo un pequeño problema llevó a algo grande: la amistad y la diversión compartida.

Y así, en la cancha de River, no solo regresaron las pelotas, sino que también hizo que la comunidad del barrio se uniera más que nunca.

"Gracias a todos por un gran partido!", gritaron juntos al final de la jornada.

"¡Hasta la próxima!", respondieron todos, sonriendo mientras se despedían.

Y así, se dieron cuenta de que a veces, tras un problema, se puede encontrar una solución que une a todos. En la cancha, como en la vida, siempre hay lugar para compartir y disfrutar juntos.

FIN.

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