El Gran Misterio del Aula de Tomás
Era un día común en la escuela de Tomás. El sol brillaba, las aves cantaban y los chicos jugaban en el recreo. Tomás era un niño curioso, siempre observando todo a su alrededor y haciendo preguntas. A veces sus compañeros lo llamaban "el detective" porque le gustaba resolver misterios.
"¡Tomás! Vení, vení!" - gritó su amiga Lucía, mientras corría hacia él.
"¿Qué pasa, Lucía?" - respondió Tomás, intrigado.
"Hay algo raro en el aula de la maestra Ana. Parece que desaparecieron unos dibujos que hicimos para la exposición de arte".
"¡Vamos a investigar!" - dijo Tomás, emocionado por la aventura que les esperaba.
Cuando entraron al aula, no podían creer lo que veían. Los dibujos estaban allí, pero estaban colgados en el techo, flotando como si fueran globos.
"¡No puede ser!" - exclamó Tomás, mirando hacia arriba.
"¿Quién puso los dibujos ahí? ¿Y cómo llegaron hasta el techo?" - se preguntó Lucía, mientras miraba al resto de sus compañeros, que estaban tan sorprendidos como ellos.
La maestra Ana, que había escuchado el alboroto, llegó a la habitación.
"¿Qué sucede, chicos?" - preguntó, tratando de contener la risa al ver sus expresiones.
"Los dibujos... ¡flotan!" - dijo Tomás con los ojos bien abiertos.
"¡Es un misterio!" - añadió Lucía. "Nosotros lo vamos a resolver!"
La maestra Ana sonrió y dijo: "Bueno, quizás hay algo que ustedes aún no saben. Todos estos dibujos tienen un significado especial. Son parte de un concurso de arte sobre el reciclaje, y han cobrado vida gracias a la imaginación de quienes los dibujaron. En este momento, están volando para inspirar a otros a cuidar nuestro planeta."
"¿Significa que los podemos hacer volar también?" - preguntó un chico del fondo que nunca había hablado antes.
"Exactamente!" - respondió la maestra. "Cada vez que alguien piense en cómo cuidar la tierra o reutilizar algo viejo, estos dibujos se llenarán de energía. Pero debemos encontrar una forma de hacerlos bajar para poder mostrarles a los demás lo que hicimos".
Tomás, Lucía y sus amigos se miraron con complicidad. Tenían que actuar rápido.
"¡Ya sé!" - exclamó Tomás. "Podemos usar globos de helio. Si atamos globos a cada uno de los dibujos, los podemos hacer descender lentamente. ¿Qué les parece?"
"¡Genial!" - todo el grupo gritó al unísono.
Así fue como, en un abrir y cerrar de ojos, los chicos comenzaron a inflar globos y a atarlos a los dibujos. Poco a poco, los dibujos comenzaron a descender, mientras todos los chicos aplaudían y reían emocionados.
Finalmente, los dibujos llegaron al suelo, y todos pudieron admirarlos.
"Ahora entiendo por qué eran tan importantes. Tienen un mensaje sobre cuidar nuestro planeta, la importancia de reciclar y darles nuevas vidas a las cosas" - reflexionó Lucía mientras acariciaba uno de los dibujos.
La maestra Ana agregó: "Y lo más importante, chicos, es que ustedes aprendieron algo. ¿Cuál es su compromiso a partir de ahora?"
Tomás levantó la mano.
"¡Yo me comprometo a reciclar y a cuidar el medio ambiente!"
Al ver la emoción en los rostros de sus compañeros, más se unieron a él.
"¡Yo también!" - exclamaron algunos. "¡Yo también!" - replicaron otros.
Esa mañana, no solo recuperaron sus dibujos, sino que también aprendieron el valor del arte y la importancia de cuidar su entorno.
Tomás volvió a casa con una sonrisa, sabiendo que habían resuelto un gran misterio, y que juntos, podían hacer que su planeta fuera un lugar mejor.
FIN.