El Gran Misterio del Lápiz Perdido



Era un día normal en la Escuela Primaria La Sabiduría, y todos los alumnos estaban muy emocionados. Se acercaba el día de la gran competencia de dibujo, y todos querían lucirse con sus mejores obras de arte. Sin embargo, algo extraño ocurrió esa mañana: el lápiz mágico de la señora Clara, la profesora de arte, había desaparecido.

- ¡No puedo creer que haya desaparecido! -exclamó la señora Clara, preocupada.

Los alumnos comenzaron a murmurar. El lápiz mágico era su herramienta favorita para dibujar y les hacía crear obras maravillosas. Entre todos, Juanito, un niño curioso de la clase, decidió que debía resolver el misterio.

- ¡Soy un detective! -dijo Juanito, poniéndose una gorra de papel hecha por él mismo.- ¡No se preocupen! Voy a encontrar el lápiz.

Todos los compañeros lo apoyaron, y juntos formaron un equipo de detectives. La primera pista que encontraron fue cerca de la puerta del aula.

- Mmm, aquí hay una huella de zapato -observó Malena, una chica muy observadora.- Y parece un zapato muy grande.

- ¡Sí! Que alguien le pregunte al portero -sugirió Nicolás, que siempre estaba lleno de ideas. Ellos juntos se acercaron al portero, quien se llamaba Don Carlos.

- Buenos días, Don Carlos. ¿No vio un lápiz mágico por aquí? -preguntó Juanito.

- No, pero vi a un chico con zapatos grandes merodeando por aquí -respondió Don Carlos, con su voz grave, mientras limpiaba la vereda.

Con esa pista, los pequeños detectives empezaron a investigar. Había un niño en su escuela, llamado Tato, que siempre se jactaba de sus enormes zapatos. Cuando fueron a hablar con él, estaba dibujando algo en el patio.

- Hola, Tato. ¿Has visto el lápiz mágico de la señora Clara? -preguntó Juanito.

- No, ¿qué es eso? -respondió Tato, mirando hacia abajo.

Los detectives no se convencieron y decidieron mirar más de cerca. Entonces, lo vieron: en la base de un árbol había un lápiz brillando intensamente.

- ¡Miren! -gritó Malena.- Creo que es el lápiz mágico.

- Sí, lo es -afirmó Juanito mientras corrían para recogerlo.

Al llegar al árbol, se dieron cuenta de que no estaba solo. Había hojas por todas partes, y en el suelo se podían ver varios borradores y lápices rotos.

- ¿Qué está pasando aquí? -preguntó Nicolás.

De repente, un pequeño grupo de ratones apareció y comenzó a acercarse a ellos, llevaban en sus manitas todos los útiles escolares que habían encontrado.

- ¡Esos ratones han estado robando los lápices y borradores de la escuela! -exclamó Juanito, sorprendido.

- Pero no lo hacen por maldad -dijo Malena.- Tal vez los necesitaban porque no tienen útiles.

Así que, en vez de enojarse, decidieron hablar con los ratones.

- Hola, pequeños amigos. ¿Por qué roban los útiles de la escuela? -preguntó Juanito, acercándose a ellos con cuidado.

- Es que no tenemos nada para dibujar en nuestra casa -respondió uno de los ratones, con voz temblorosa. -Nos encanta el arte, pero no tenemos lápices ni hojas.

En un giro inesperado, Juanito y sus amigos decidieron ser solidarios.

- ¡Podemos hacer algo! -dijo Malena.- En vez de quedarnos con el lápiz, podemos hacer un intercambio. Les damos algunos de nuestros dibujos, y a cambio, ustedes dejen de llevarse nuestros útiles.

Los ratones se miraron entre sí, y luego asintieron con entusiasmo.

- ¡Sí, eso suena genial! -dijo el ratón líder.

Finalmente, luego de muchas risas y alegrías, los menores artistas decidieron formar un club de arte donde los ratones pudieran participar y disfrutar del dibujo sin robar.

- Así todos salen ganando -dijo Juanito sonriendo, mientras levantaba el lápiz mágico hacia el cielo.

Los alumnos aprendieron una valiosa lección sobre la empatía y la amistad. En el taller de arte, junto a sus nuevos amigos roedores, comenzaron a crear obras juntos. Y lo mejor de todo: el lápiz mágico volvería a la mano de la señora Clara para inspirar a nuevas generaciones de artistas.

El gran misterio del lápiz perdido resultó ser una maravillosa oportunidad de conexión entre diferentes mundos, donde el arte unió a todos, sin importar su tamaño o especie. Así, la escuela se llenó de alegría, arte y risas, y todos vivieron felices coloridos.

FIN.

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