El Gran Misterio del Retrete
Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Valentina. Valentina era una niña muy creativa y divertida, pero había un pequeño gran problema: no le gustaba ir al sanitario de la escuela. Siempre se sentía incómoda y pensaba que todos la miraban. Esto le causaba muchas dificultades, especialmente en el recreo, porque nunca podía jugar tranquila por miedo a tener que ir al baño y perderse la diversión.
Un día, Valentina estaba en el patio de la escuela, rodeada de sus compañeros, Anna, Lucas y Tomás.
"¿Por qué no venís a jugar al escondite?" -dijo Anna con una sonrisa brillante.
"¡Sí, vení Valen!" -exclamó Lucas.
"Dale, solo juega para que no te quedes sola" -añadió Tomás.
Valentina sintió que el miedo comenzaba a apoderarse de ella. "No sé, chicos, tal vez... un rato después" -respondió insegura.
Esa tarde, mientras todos jugaban, Valentina decidió que tenía que encontrar una solución. Se sentó sola en un rincón del patio, cuando de repente, un pequeño pajarito se posó frente a ella.
"¿Qué te pasa, Valentina?" -preguntó el pajarito. Era un poco extraño que un pájaro hablara, pero Valentina estaba dispuesta a escuchar cualquier consejo.
"No me gusta ir al baño de la escuela, siempre pienso que me miran" -confesó.
"Pero, ¿y si te imaginas que el baño es un lugar mágico?" -sugirió el pajarito. "Podés convertirlo en una aventura".
Valentina pensó en esto y sonrió ligeramente. "¿Cómo haría eso?"
"Podés inventar un juego. Cada vez que vayas al baño, lo harás como si estuvieras entrando al Reino de los Baños Mágicos, donde hay criaturas fantásticas que te esperan" -dijo el pajarito.
Valentina decidió que probaría. La próxima vez que sintió que necesitaba ir al sanitario, tomó aire, se imaginó al pajarito en su cabeza y se dijo a sí misma, "Voy al Reino de los Baños Mágicos".
Cuando entró, comenzó a imaginar dragones que custodiaban la puerta y hadas revoloteando alrededor de ella.
"¡Hola, Valentina!" -dijeron.
"Hola, criaturas mágicas" -contestó sonriendo.
Al salir del baño, Valentina se sintió ligera y feliz. Cuando sus amigos la invitaron a jugar de nuevo, ya no tenía miedo. Se unió a ellos en el juego y les contó su secreto sobre el Reino de los Baños Mágicos.
Los niños se rieron, pero también se entusiasmaron.
"¡Yo quiero ir al baño mágico!" -dijo Lucas.
"Así que no es un lugar malo, es un lugar divertido", añadió Anna.
Con el tiempo, los compañeros de Valentina empezaron a seguir su ejemplo y, juntos, incorporaron el juego en sus visitas al baño. Desde ese día, la escuela se llenó de risas cada vez que alguien decía que iba al Reino de los Baños Mágicos.
Valentina descubrió que el baño era un lugar donde podía ser valiente y creativa, y además, había generado una hermosa amistad con sus compañeros.
Un día, mientras todos jugaban, Valentina se dio cuenta de que la magia estaba en compartir esa experiencia con otros.
"A veces, solo necesitas un poco de imaginación y valentía para cambiar las cosas", pensó.
Y así, Valentina nunca volvió a sentir miedo de ir al sanitario, porque, al fin y al cabo, era el pasaje a su increíble aventura en el Reino de los Baños Mágicos.
Los niños de la escuela aprendieron la importancia de armarse de valor, apoyarse mutuamente y, sobre todo, disfrutar de la compañía de amigos en cualquier situación.
Y así, Valentina y sus amigos continuaron disfrutando de su tiempo en el colegio, sabiendo que a veces, lo que más tememos, también puede convertirse en la mejor aventura de todas.
FIN.