El Gran Parque Imaginario



Había una vez un grupo de niños en una escuela rural llamada "Los Pequeños Exploradores". Les encantaba jugar al aire libre, y todos los días después de las clases, se apresuraban a correr hacia el pequeño parque al lado de la escuela. Sin embargo, el parque era muy reducido y, aunque estos niños tenían mucha energía y ganas de divertirse, a veces se lastimaban entre ellos al no tener suficiente espacio para jugar con libertad.

Un día, mientras jugaban en el parque, Mili, una niña rubia de ojos azules, se lastimó la rodilla al tropezar con su amigo Juanito, quien estaba corriendo también. Ambos se sentaron en el suelo, y Mili se quejaba mientras Juanito le decía:

"¡Ay, Mili! Tené más cuidado, pero ¿no sería bueno tener un lugar más grande para jugar?".

La idea resonó en los demás niños. Lisandro, siempre listo para hacer reír a todos, rompió el silencio.

"¡Es verdad! Yo tengo un lugar en mi imaginación que es gigante. ¡Podemos construir un parque ahí!".

Todos se miraron confundidos.

"¿Cómo hacemos eso, Lisandro?" preguntó Valen, quien siempre ponía los pies en la tierra.

"Podemos usar nuestra imaginación. ¡Hagamos una lluvia de ideas!" dijo Lisandro emocionado.

Así que se sentaron en círculo y cada uno empezó a compartir sus ideas. Sofía propuso un parque con columpios que llegaban a las nubes, mientras que Juanito sugirió un tobogán que hacía giros locos.

"¡Y que haya una fuente de chocolate!" gritó Mili, haciendo reír a todos.

Con cada idea, el parque imaginario se hacía más grande y divertido. Al final de la tarde, los niños sintieron que su sueño era posible, así que decidieron llevar esas ideas al mismísimo director de su escuela, don Armando, para ver si había alguna forma de hacerlas realidad.

Al día siguiente, se acercaron al despacho de don Armando con sus dibujos y mucho entusiasmo.

"Don Armando, tenemos una idea para mejorar el parque. ¡Queremos un lugar más grande!" dijo Sofía, con determinación.

El director, con una sonrisa, escuchó atentamente y les dijo:

"Me parece una idea excelente. Pero para lograrlo, necesitamos la ayuda de todos. Ustedes podrían organizar una actividad para recaudar fondos y así construirlo. ¿Qué les parece?".

Los niños estaban muy emocionados y empezaron a diseñar un gran evento: una feria de juegos, comida y diversión que reuniría a toda la comunidad. En las semanas siguientes, cada uno aportó su talento: algunos pintaron carteles, otros comenzaron a hacer dulces, y muchos ayudaron a promocionar la feria.

"Vamos a hacer que este parque sea genial, no solo para nosotros, sino para todos los que lo necesiten!" añadió Lisandro, motivando a sus compañeros.

El día de la feria llegó y, con ayuda de padres y vecinos, el parque se llenó de risas, juegos, y comida deliciosa. Todos colaboraron y el esfuerzo dio como resultado una recaudación mayor a la esperada.

Don Armando se mostró impresionado y, tras hacer un cálido discurso sobre la importancia de la unidad y el trabajo en equipo, les anunció:

"Gracias a todos ustedes, hemos conseguido el presupuesto necesario para ampliar el parque. ¡Vamos a construirlo juntos!"

Los niños gritaban de alegría y se abrazaban. Trabajaron juntos en la planificación del nuevo parque y, finalmente, se convirtió en un lugar enorme donde podían correr, jugar, explorar y socializar sin preocuparse por lastimarse. El parque lleno de columpios, toboganes, una fuente de chocolate, y sobre todo, un espacio seguro y divertido.

Desde aquel día, no solo disfrutaron del nuevo parque, sino que aprendieron la importancia de unirse y trabajar juntos por un objetivo común. Y así, siempre que alguien en la escuela decía "Si se puede soñar, se puede lograr", todos recordaban cómo sus sueños se hicieron realidad gracias a su esfuerzo y amistad.

FIN.

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