El Gran Partido de Juan, Ely y Bastián
Era una calurosa tarde de verano en el pueblo de Villa Alegre. Juan, Ely y Bastián eran tres amigos inseparables que pasaban sus días jugando al fútbol en la plaza. Su pasión por el deporte era contagiosa y cada vez que se juntaban, llamaban a otros chicos del barrio para formar un equipo.
Un día, mientras pateaban la pelota, Ely tuvo una idea brillante.
"Chicos, ¿y si organizamos un gran partido de fútbol?"
"¡Sí! ¡Eso suena genial!" exclamó Bastián emocionado.
"¿Y contra quién lo jugamos?" preguntó Juan, pensativo.
Ely recordó que en el pueblo vecino había un equipo conocido como Los Tigres. Eran un grupo fuerte y veloz, pero Juan, Ely y Bastián estaban decididos a enfrentarlos.
"¡Vamos a retarlos!" dijo Ely con determinación.
Los amigos se pusieron a entrenar. Comenzaron a practicar todos los días después de la escuela. Sin embargo, no todo era fácil. Cada vez que hacían un pase, a veces la pelota se iba muy lejos o no lograban hacer un buen tiro a puerta. Bastián, que siempre había sido un poco torpe con el balón, se frustró.
"No sé si algún día vamos a poder ganarle a Los Tigres. Tal vez debí haber elegido otro deporte."
"No digas eso, Bastián. ¡Con práctica vamos a mejorar!" lo animó Juan.
"Además, lo importante es divertirnos y dar lo mejor de nosotros, ¡no importa el resultado!" agregó Ely.
Con el apoyo de sus amigos, Bastián se esforzó más. Pasaban horas en la plaza, practicando sus tiros, esquivando obstáculos y mejorando su coordinación. El entusiasmo del equipo crecía, y cada día eran más fuertes. Días después, antes del gran partido, se hicieron un juramento:
"¡Nos comprometemos a jugar con respeto y a disfrutar del juego!", dijeron al unísono.
Finalmente llegó el día del gran partido. Los chicos de Villa Alegre se presentaron con sus camisetas azules y rojas, listas para darlo todo. En el campo de juego, Los Tigres estaban preparados, muy confiados y llenos de energía.
"¡No tienen chance!" gritó uno de los jugadores de Los Tigres mientras se burlaban.
"¡Vamos a demostrarles que podemos!" gritó Juan, y sus amigos le siguieron la energía.
El partido comenzó y los Tigres rápidamente anotaron dos goles. Pero los amigos no se dieron por vencidos.
"¡No importa! Sigamos luchando, aún queda tiempo!" animó Ely.
"¡Sí, a seguir adelante! Cada pase cuenta!" dijo Bastián alentado.
Con cada minuto que pasaba, Juan, Ely y Bastián se volvían mejores. Practicaron las jugadas y lograron hacer un fantástico gol.
"¡Lo logramos! ¡Fue un pase perfecto!" gritó Ely lleno de alegría.
A medida que avanzaba el partido, Villa Alegre empezó a recuperar el terreno perdido. El marcador estaba empatado y la tensión crecía.
"¡Queda un minuto! Debemos darlo todo!" gritó Juan mientras veía cómo se acercaba el final del partido.
En una jugada final, Juan recibió el balón y, en el último segundo, pasó a Bastián.
"¡Bastián, es tu momento!" lo alentó. Sin embargo, el nerviosismo se apoderó de él.
"¡No sé si puedo!" dijo Bastián titubeante.
"¡Sí podés! ¡Tú puedes hacerlo!" gritaron Juan y Ely juntos.
Con todo el apoyo de sus amigos, Bastián tomó fuerza y remató. La pelota se fue volando, la gente contuvo la respiración y, ¡goleeeeee! El balón se coló entre los postes.
"¡Lo hiciste! ¡GOL!" gritaron todos al unísono.
El partido terminó con una victoria aplastante para Villa Alegre. Pero más allá del resultado, lo que realmente importó fue la unión y la amistad que consolidaron.
"¡Lo logramos gracias a que nunca nos rendimos!" dijo Juan.
"Sí, y a que siempre estuvimos juntos!" añadió Ely.
"Y a que confié en mí mismo, gracias a ustedes" finalizó Bastián con una sonrisa.
Esa noche, celebraron su victoria con risas y cenando pizza. Aprendieron que el esfuerzo y el trabajo en equipo siempre llevan a grandes resultados. Y así, los tres amigos continuaron jugando al fútbol, juntos y siempre apoyándose, sabiendo que en la vida, lo importante no es solo ganar, sino disfrutar cada momento en el camino.
FIN.