El Gran Partido de la Amistad



En la Escuela Primaria El Arco Iris, los alumnos esperaban con ansias el gran partido de fútbol que se iba a jugar ese viernes. El curso de 5°A, liderado por su maestro, el Sr. Gómez, había entrenado durante semanas. Los chicos, Carlos, Nicolás, Gabriel, Marcos y Pedro, soñaban con ser los campeones del torneo intercolegial.

"¡Vamos a ganar!", dijo Carlos, entusiasmado.

"Sí, pero no olvidemos jugar en equipo", le recordó Nicolás, siempre el más pensante del grupo.

Los chicos se sentían listos. Sin embargo, había un problema: el árbitro designado para el partido era conocido por ser muy estricto y a veces un poco malvado. Su nombre era Aníbal y había fama de que no toleraba los errores.

"¿Por qué siempre hay que ser tan serio?", se preguntó Gabriel, haciendo una mueca.

"Quizá, si mostramos que somos buenos jugadores, puede que se ponga en buen humor", sugirió Marcos.

"Ojalá...", dijo Pedro, mientras miraba una bola de fútbol que rodaba a sus pies.

El día del partido llegó. Los chicos se vistieron con sus camisetas azul y blanco, colores de su escuela. En el otro equipo estaban los alumnos de 5°B, dirigidos por un maestro muy carismático llamado el Sr. Martínez. Cuando llegó el momento de iniciar el juego, los nervios estaban a flor de piel.

El árbitro, Aníbal, pitó el comienzo y el balón empezó a rodar. Desde el principio, el partido estuvo lleno de emociones. Carlos driblaba y pasaba, Gabriel siempre estaba listo para recibir el balón y Nicolás organizaba las jugadas. Pero pronto, se dieron cuenta de que Aníbal comenzó a sacar tarjetas amarillas por cualquier cosa.

"¡Eso fue un roce!", protestó Marcos.

"Los errores deben ser penalizados", dijo Aníbal, con cara seria.

Los chicos comenzaron a frustrarse, y en un momento, Pedro, molesto, le dijo a Nicolás:

"¡Esto es injusto! Ya no quiero jugar más. ¡Es imposible divertirnos así!"

Nicolás vio cómo sus compañeros se desanimaban y decidió hablar con el árbitro. Se acercó a Aníbal y le dijo:

"Señor Aníbal, entendemos que debe impartir justicia, pero también queremos jugar y disfrutar. Tal vez si nos deja jugar un poco más, podrá ver nuestras habilidades mientras se divierte con nosotros. "

Aníbal, sorprendido ante la valentía de Nicolás, le dio una oportunidad.

"Está bien, convenceré a los demás jueces de que el juego continúe con más espíritu de amistad."

Así que, bajo el nuevo acuerdo, el juego siguió y se hizo más ameno. Aníbal comenzó a sonreír, disfrutando del esfuerzo y la creatividad de los chicos.

De repente, Pedro logró anotar un gol espectacular.

"¡Gol!", gritó toda la tribuna, llenando el aire de emoción.

Gabriel, sintiéndose inspirado, agregó:

"¡Sigamos así, chicos! ¡Lo estamos haciendo genial!"

El partido continuó y el equipo de 5°A jugó como nunca. En el último minuto, el marcador estaba empatado. Con un último esfuerzo, Nicolás hizo un pase perfecto a Marcos, quién disparó al arco y ¡gol!

Los alumnos saltaron de alegría y aplaudieron. En la ceremonia de premiación, Aníbal se acercó a 5°A, abrazando a cada uno.

"¡Felicitaciones! Nos enseñaron que el deporte es para disfrutar, no solo para competir. Seré un árbitro más amable de ahora en adelante".

El Sr. Gómez, con una gran sonrisa, dijo:

"Ustedes han demostrado que la amistad y el trabajo en equipo ganan sobre cualquier rivalidad. ¡Estoy muy orgulloso de ustedes!"

Desde aquel día, los chicos de 5°A no solo fueron campeones del torneo, sino que también hicieron un nuevo amigo en Aníbal, el árbitro que aprendió que el fútbol es también sobre el disfrute y la camaradería.

FIN.

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