El Gran Partido de la Amistad
En un soleado día de primavera, un grupo de amigos se reunió en el parque para jugar a la pelota. Estaban Pablo, Lucho, Ana y Sofía. Todos estaban muy emocionados y dispuestos a pasarla genial.
"¡Vamos a jugar al fútbol!" - gritó Pablo, mientras colocaba el arco improvisado con unas mochilas.
Los chicos comenzaron a jugar, riendo y corriendo tras la pelota. Sin embargo, después de un rato, algo inesperado sucedió. Lucho, con muchas ganas de anotar un gol, empujó a Ana accidentalmente.
"¡Eh, cuidado!" - exclamó Ana, mientras caía al suelo.
"Lo siento, Ana, no fue mi intención" - se disculpó Lucho, extendiendo la mano para ayudarla a levantarse.
Ana se levantó algo molesta, pero antes de que pudiera responder, Sofía, que estaba viendo la situación desde lejos, decidió intervenir.
"Chicos, ¿por qué no nos calmamos? Estamos aquí para divertirnos, no para pelear" - sugirió Sofía con una sonrisa.
Convencidos por las palabras de Sofía, decidieron continuar jugando. Sin embargo, la tensión todavía estaba en el aire. Cada vez que uno de ellos cometía un error, el malestar crecía. Así fue como, en un intento por ganar el partido, se empujaron de nuevo. Esta vez fue Pablo quien, en su afán de recuperar la pelota, empujó a Lucho.
"¡Oye, eso dolió!" - protestó Lucho, frotándose el brazo.
Pablo, dándose cuenta de que había cruzado la línea, se sintió mal.
"Perdón, Lucho. Prometo que no volverá a pasar" - dijo Pablo con sinceridad.
Lucho le dio una sonrisa comprensiva y respondieron al unísono: "Disculpas aceptadas". A pesar de la pequeña pelea, el partido continuó, pero la sensación de camaradería se diluía en el aire.
Fueron varios intentos fallidos y discusiones sobre quién debería ser el arquero que llevaron a que cada vez más se pelearan entre ellos. Entonces, Sofía tuvo una idea brillante.
"¿Y si hacemos una regla nueva?" - propuso. "Cada vez que uno de nosotros comete una falta, debe decir una cosa buena sobre la persona a la que le hizo daño".
Los amigos miraron a Sofía con curiosidad.
"¿Y eso sirve?" - preguntó Ana.
Sofía asintió. "Así podemos recordar por qué somos amigos."
La propuesta pareció interesante, así que la aceptaron. Comenzaron a jugar de nuevo. Cuando Lucho empujó a Ana accidentalmente por segunda vez, no se enojó. En vez de eso, Lucho se detuvo y dijo:
"Lo siento, Ana. ¡Eres genial jugando en equipo!"
Ana se sintió feliz y, aunque todavía le dolió el empujón, ella respondió:
"Gracias, Lucho. Y tú eres muy rápido con la pelota".
Así, cada vez que alguien cometía una falta, el jugador herido decía algo bueno de la persona que lo había empujado. El ambiente cambió y la risa comenzó a llenar el aire nuevamente.
Plena la tarde, se encontraron en una situación desconcertante. La pelota había rodado hasta un arroyo cercano y nadie quería ir a buscarla, porque el barro estaba muy sucio. Un silencio incómodo se apoderó de ellos hasta que Pablo rompió el hielo:
"¿Sabés qué? Así no vamos a jugar más. ¿Por qué no nos ayudamos a buscarla juntos?"
"Sí, hagámoslo" - dijo Sofía, motivando a todos.
Se acercaron al arroyo, trabajando en equipo para buscar la pelota perdida. Cada uno se ocupó de un lado diferente, hablando y bromeando mientras buscaban. Luego de varios intentos, finalmente encontraron la pelota.
"¡Lo logramos!" - gritaron todos al unísono, abrazándose emocionados.
Desde ese día, los amigos no solo aprendieron a jugar a la pelota, sino también a valorarse mutuamente. Entendieron que, aunque a veces había diferencias, siempre podían encontrar el camino para resolver los conflictos.
A medida que el sol comenzaba a esconderse, se sentaron en la hierba, agotados pero felices.
"¿Algo más que deberíamos agregar a nuestras reglas?" - preguntó Ana.
"¡Sí! , acordemos que siempre seremos honestos entre nosotros” - dijo Lucho. "Es parte de la amistad."
La tarde terminó con risas y sonrisas. Y así, el grupo prometió jugar siempre juntos, respetándose y ayudándose, disfrutando de cada partido con alegría.
De este modo, el gran partido de la amistad no solo fue un juego, sino una lección de compañerismo que recordarían por siempre.
FIN.