El Gran Partido de la Amistad



Era una tarde soleada en el barrio de Pato, donde cinco amigos se habían reunido en la cancha de fútbol para pasar un rato divertido. Los protagonistas eran Tomi, el líder del grupo; Sofía, llenita de energía; Lucas, el pensador; Ana, quien siempre tenía una broma lista; y Mati, el más pequeño pero con un gran corazón.

"¡Vamos, chicos! No podemos perder el tiempo, ¡hoy hacemos un partido que nadie olvidará!" - gritó Tomi, mientras movía la pelota de un lado a otro.

"Sí, pero no se olviden que primero tenemos que decidir los equipos" - dijo Lucas, ajustándose los anteojos que había perdido en su último partido.

"Yo quiero ser del equipo de Ana, ¡es la mejor en la cancha!" - exclamó Sofía.

"Y yo quiero estar con Tomi. Es un crack con el balón" - añadió Mati, saltando de emoción.

Después de un breve proceso, decidieron que serían dos equipos: el "Equipo de los Amigos" y el "Equipo de los Campeones".

Jugaron a sus anchas, corriendo por la cancha, riendo y disfrutando del momento, hasta que llegó un giro inesperado: una pelota perdida engañó a Sofía y le pegó en la cara. Todos se quedaron en silencio:

"¡Sofía! ¿Estás bien?" - preguntó Ana con preocupación.

"No me duele, pero mi orgullo está golpeado" - dijo Sofía, tratando de reírse aunque sus ojos brillaban de lágrimas.

"No llores, Sofi. Si quieres, puedes ser la árbitro por un rato" - sugirió Mati, intentando animarla.

"¡Buena idea!" - exclamó ella, secándose las lágrimas y tomando el silbato que había en la mochila de Tomi. "¡Ahora soy la jefa de este partido!"

Con Sofía como árbitro, el juego se volvió más divertido. Se reían de las decisiones, y Sofía empezó a usar su magia para que todos jugaran bien. Así, por un rato, se olvidaron de ganar o perder.

Pero el verdadero desafío llegó cuando el balón se fue rodando hacia una calle concurrida.

"¡Uh! Miren, ¡la pelota!" - gritó Lucas. Todos se miraron preocupados.

"No puedo dejar que se lleven nuestra pelota" - dijo Tomi decidido.

"Yo también quiero ir, ¡vamos!" - dijo Mati sin dudarlo.

Corrieron juntos hacia la calle, pero justo cuando estaban a punto de alcanzar la pelota, un perro salió corriendo y la llevó aún más lejos.

"¡Nooo! ¡El perro se la llevó!" - gritaron todos al unísono.

"¿Y ahora qué hacemos?" - se preguntó Sofía, un poco asustada.

"Vamos a seguirlo. No podemos dejar que se escape" - dijo Ana, mostrando su valentía.

Corrieron tras el perro por varias calles, riendo, pero también un poco asustados. El perro los llevó a un parque en el que nunca habían estado antes. Ante sus ojos se abría un mundo nuevo lleno de juegos y risas.

"¡Miren! Hay un montón de niños jugando aquí" - dijo Lucas, sorprendido.

"¡Y miren, el perro se detuvo!" - gritó Mati.

Se acercaron al perro y, en un momento, un niño que estaba jugando al lado recogió la pelota.

"¡Tu pelotita! ¡Esto es tuyo!" - le dijo el niño a Mati.

"¡Gracias! Nos hiciste un gran favor" - le respondió Mati sonriendo.

Al final, decidieron unirse a los otros niños del parque y jugar juntos.

"Esto es lo mejor que nos pudo pasar" - dijo Sofía emocionada.

"¡No solo encontramos la pelota, hicimos nuevos amigos!" - agregó Ana.

Y así, el gran partido de la amistad se transformó en una aventura increíble que les recordó que más allá de ganar o perder, lo realmente importante era disfrutar, jugar juntos y apoyar a los amigos. Al final del día, los niños se despidieron prometiendo volver a jugar, no solo en la cancha de fútbol, sino en cualquier lugar donde la amistad floreciera.

FIN.

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