El Gran Partido de Pedro



Era una mañana soleada en la escuela de Pedro, y todos sus compañeros estaban emocionados porque el recreo estaba por comenzar. Pedro, con su camiseta de rayas y su gorra al revés, sujetaba un balón de fútbol entre sus manos, con una gran sonrisa en su rostro. El clima ideal lo hacía sentir como si volara.

"- ¡No puedo esperar más!" exclamó mientras corría hacia el patio.

Sus amigos, Lucas, Sofía y Mateo, lo seguían de cerca.

"- Pedro, hoy es el día perfecto para un partidazo!" dijo Lucas, emocionado.

"- ¡Sí! Pero, ¿a quién vamos a enfrentar?" preguntó Sofía, que siempre tenía muchas ideas.

"- Bueno, podemos desafiar al equipo de los de cuarta. Ellos siempre creen que son los mejores", sugirió Mateo, con una sonrisa traviesa.

Todos estuvieron de acuerdo. Se formaron equipos, y mientras se preparaban, Pedro se sintió un poco nervioso. Sabía que los chicos de cuarta eran más grandes y rápidos. Pero no podía dejar que eso lo detuviera.

"- Chicos, ¡necesitamos jugar en equipo!" les recordó Pedro. "- Si todos corremos y pasamos la pelota, podemos ganar!"

Sus amigos asintieron, y así comenzó el partido. Pedro pasó la pelota a Lucas, que la recibió con éxito y la condujo hacia el arco. Pero el arquero del otro equipo, un niño al que todos llamaban Rápido, la atrapó con facilidad.

"- ¡Esa fue buena, Lu!" gritó Pedro, aplaudiendo.

Aunque estaba un poco desanimado por no marcar, no se rindió. Continuaron jugando. El equipo de Pedro intentó diferentes estrategias, pero pronto se dieron cuenta de que el otro equipo era más fuerte. Días de que estaban apretando, el marcador reflejaba un claro 2-0 a favor de los de cuarta.

"- No puedo creerlo, estamos perdiendo...", murmuró Sofía, con ojos llenos de preocupación.

Pedro la miró decidido y dijo: "- No hay que rendirse. ¡Vamos a concentrarnos! Ahora que sabemos cómo juegan, podemos hacer algo distinto. ¿Qué tal si hacemos una jugada preparada?"

"- ¡Buena idea!" exclamó Mateo.

El equipo se reunió y pensaron en un truco: Pedro se quedaría en la mitad del campo mientras Lucas y Sofía corrían hacia el arco, dándole un pase a Mateo. Todos estaban entusiasmados por intentarlo.

Una vez más, el juego reinició. Fuera de sí, Pedro esperó con atención. Luego de unos minutos, Lucas logró robar la pelota y se la pasó a Sofía.

¡Era el momento perfecto! Sofía corrió como una gacela y le pasó el balón a Mateo, quien con una gran patada envió el balón a la dirección de Pedro. En el instante que recibió la pelota, Pedro se dio cuenta de que el defensa se acercaba rápidamente. Con una finta esquivó su pie, y antes de que pudiera reaccionar, disparó.

"¡GOOOOL!" gritaron sus compañeros mientras el balón cruzaba la línea y entraba al arco.

"- ¡Lo hicimos! ¡Dale, vamos por más!" exclamó Pedro, lleno de energía.

El partido se reanudó y, con confianza, siguieron atacando. Cada jugada era más emocionante que la anterior y, con la fuerza del trabajo en equipo, lograron empatar el partido.

"- ¡Esto es increíble!" gritó Sofía.

Pero aún quedaban pocos minutos, y el otro equipo estaba decidido a ganar. Pedro sabía que tenían que jugar más concentrados que nunca. Tras un saque de banda, el equipo de cuarta tenía la oportunidad de anotar. Rápido, el arquero, saltó con todos sus reflejos, pero el tiro era fuerte. Entonces, Pedro sacó fuerza de donde no sabía, corrió hacia la portería y, con una actuación heroica, logró bloquear el tiro y despejarla hacia el medio campo. Todos quedaron sorprendidos.

"- ¡Eso fue increíble, Pedro!" exclamó Mateo.

Fue entonces cuando el árbitro sopló el silbato, y el partido terminó empatado 2-2. Todos los chicos aplaudieron, y el equipo de primera sintió una oleada de orgullo. No habían ganado, pero aprendieron que la verdadera victoria estaba en jugar juntos y divertirse.

"- Al final, el fútbol es sobre ser un equipo, no solo sobre anotar goles", reflexionó Pedro mientras se sentaba cansado, pero feliz.

Y así fue como Pedro, a punto de cumplir 6 años, descubrió que lo que realmente importaba no era ganar, sino el amor por el juego y la amistad. Esa mañana mágica quedaría grabada en sus corazones, para siempre.

FIN.

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