El Gran Partido de Tomi



Había una vez un nene llamado Tomi que amaba jugar al fútbol. Cada tarde, cuando salía del colegio, corría directo al parque con su balón rojo. Le encantaba hacer goles y soñar que era un gran jugador, mientras su mamá, Ana, lo miraba desde un banco, sonriendo con orgullo.

"¡Vamos, Tomi! ¡Mostrá tu magia!" - le gritaba Ana, mientras él driblaba a sus amigos, como si fuera un jugador famoso.

Un día, se enteró de que habría un torneo de fútbol en el barrio y todos los chicos estaban anotándose. Tomi se emocionó muchísimo.

"¡Mamá, tengo que participar!" - le dijo, con una gran sonrisa en su rostro.

"¡Claro que sí, Tomi! Pero recuerda que lo más importante es divertirte y jugar en equipo", le respondió Ana, con una mirada alentadora.

Tomi se unió a su grupo de amigos y comenzaron a entrenar todos los días. Sin embargo, notó que había un niño nuevo en el barrio, llamado Lucas, que también quería unirse al equipo. Allí, Tomi dudó, porque sus amigos no estaban muy contentos con la llegada de Lucas.

"¿Por qué tenemos que dejarlo jugar?" - dijo uno de sus compañeros.

Tomi se sintió dividido. Por un lado, no quería dejar a Lucas fuera, pero por otro, quería ser parte del grupo. Una tarde, mientras practicaban, Tomi vio a Lucas solo, mirando desde la línea de la cancha, con un balón en sus manos.

"¿Queres venir a jugar con nosotros?" - preguntó Tomi, acercándose.

"Me gustaría, pero no creo que me quieran en su equipo" - respondió Lucas, con la mirada triste.

Tomi pensó en lo que su mamá siempre le decía: sobre la importancia de la amistad y la inclusión. En ese momento, decidió que era mejor ser solidario.

"¡Claro que sí! ¡Cuantos más seamos, más divertido será!" - aseguró Tomi, volviendo al grupo.

Al principio, sus amigos se quejaron, pero Tomi se mantuvo firme. Poco a poco, Lucas demostró que era un gran jugador y se ganó el respeto de todos. Juntos formaron un equipo funebro y se prepararon para el torneo.

El día del torneo, la emoción era palpable. Cuando Tomi y su equipo salieron a la cancha, Ana estaba allí.

"¡Estoy tan orgullosa de vos, Tomi!" - le dijo, mientras le hacía un gesto de aliento.

El partido fue intenso. Tomi driblaba con gran habilidad, Lucas anotó los primeros goles y sus amigos también jugaron muy bien. Sin embargo, cuando faltaban pocos minutos para el final, el equipo enemigo iba ganando 2 a 1.

Tomi se sintió frustrado, pero luego recordó las palabras de su mamá y todos los momentos que había compartido con Lucas y sus amigos.

"No importa si perdemos; tenemos que disfrutar el momento y jugar como un verdadero equipo" - les dijo.

Sus palabras animaron a todos. Jugaron con más energía y, en el último minuto, lograron empatar.

"¡Gol!" - gritaron todos, abrazándose y saltando de alegría. Aunque no ganaron el torneo, todos se sintieron victoriosos.

Al final, Tomi miró a su mamá, que lo observaba con lágrimas de felicidad en los ojos.

"¡Lo logramos, mamita!" - exclamó Tomi.

"Sí, mi amor, lo más importante es que jugaron bien, se divirtieron y aprendieron a ser un buen equipo" - le respondió ella, dándole un fuerte abrazo.

Desde ese día, Tomi y sus amigos, junto a Lucas, continuaron jugando al fútbol en el parque, promoviendo la inclusión y disfrutando del hermoso juego. Y cada vez que se reunían, Ana los miraba con orgullo, sabiendo que su hijo había aprendido una gran lección sobre la amistad y la solidaridad.

FIN.

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