El Gran Partido del Centenario Newbery
Era un hermoso día en el barrio de Colegiales. Los árboles brillaban con un verde intenso y los niños corrían felices por la plaza. Entre risas y gritos, un grupo de chicos jugaba al fútbol, mientras sus padres los miraban desde los bancos.
En medio de esta alegría, se encontraba una cancha muy especial, la cancha del Centenario Newbery, un lugar donde se celebraban partidos desde hace más de cien años. Se decía que allí habían jugado los mejores futbolistas del barrio. Pero este día iba a ser diferente, porque el Centenario Newbery estaba por organizar un gran partido.
- ¡Che, escucharon? ¡Hacen un partido para celebrar los cien años de la cancha! - dijo Lucas entusiasmado, mientras pateaba una pelota.
- ¡Sí! ¡Y prometieron que habrá premios para los mejores equipos! - respondió Martina, sonriendo con emoción.
- ¡Vamos a inscribirnos! - gritó Juan, con los ojos brillando de alegría.
Los amigos decidieron formar un equipo llamado "Los Nuevos Campeones". Se reunieron todos los días después de la escuela para practicar. Pero hubo un problema: no eran los únicos interesados en el gran partido. El equipo más famoso del barrio, "Los Tigres Rápidos", también se había inscrito, y era conocido por ser muy competitivo.
- ¡No les tengamos miedo! - dijo Lucas con determinación. - ¡Solo tenemos que dar lo mejor de nosotros!
- ¡Sí! - añadió Martina. - Lo más importante es que juguemos juntos y nos divirtamos.
Llegó el gran día. La cancha estaba decorada con globos y banderines de colores. El sol brillaba y los padres, amigos y vecinos se habían reunido para ver el partido. Los equipos se alinearon en el campo, y el árbitro, un hombre mayor con un silbato, dio la señal para que comenzara el juego.
- ¡A jugar! - gritó el árbitro, y la multitud estalló en aplausos.
Los Nuevos Campeones comenzaron el partido con energía, pero pronto se dieron cuenta de que jugar contra Los Tigres Rápidos no sería fácil. La pelota parecía estar siempre en poder de los oponentes, y aunque lo intentaban, el marcador estaba 2-0 en contra al inicio del segundo tiempo.
Martina tuvo una idea brillante.
- ¡Chicos! ¿Y si cambiamos de estrategia? - propuso. - En vez de tratar de ganar a lo loco, juguemos en equipo, pasémonos la pelota y confiemos los unos en los otros.
- ¡Me encanta! - exclamó Lucas. - Así todos podemos participar.
Y así, comenzaron a poner en práctica la nueva estrategia. Pasaban la pelota, hacían jugadas colectivas y apoyaban a cada uno de los compañeros. Con cada pase, el espíritu de equipo crecía, y pronto, Laura, una de las chicas del equipo, logró anotar un gol.
- ¡Gol! - gritó la multitud. - ¡Vamos, Nuevos Campeones!
Este gol les dio una nueva energía. Confiados y motivados, lograron empatar el partido con otro gol magnífico de Juan, que había estado practicando su tiro durante semanas.
Los Tigres Rápidos se sintieron desestabilizados, y la tensión creció. El tiempo parecía detenerse. Y entonces, en el último minuto, con el marcador empatado 2-2, el balón llegó a los pies de Lucas.
- ¡Soltá todo, Lucas! - gritaron sus amigos.
Con una gran patada, Lucas disparó a portería... ¡y gol! ¡El estadio estalló en vítores!
- ¡Ganamos! ¡Ganamos! - gritaban los Nuevos Campeones, abrazándose y saltando de alegría.
El árbitro sonrió mientras tocaba el silbato final. Todos se acercaron para felicitarse mutuamente, tanto ganadores como perdedores.
- ¡Fue un partido increíble! - dijo uno de Los Tigres Rápidos. - Jugar en equipo es lo mejor.
- ¡Sí! ¡Gracias por jugar tan bien con nosotros! - respondió Juan, mientras estrechaba la mano del oponente.
El día terminó con una gran fiesta en la plaza. Había tortas, juegos y música para todos. Los Nuevos Campeones estaban felices, no solo por haber ganado, sino porque habían aprendido algo muy importante: la verdadera victoria no siempre se mide en goles, sino en la amistad, el trabajo en equipo y la diversión.
Y así, la historia del Gran Partido del Centenario Newbery quedó en la memoria de todos, recordando que lo más valioso dentro y fuera del campo es el espíritu de unión y compañerismo.
- ¡Hasta el próximo año, chicos! - gritó Lucas antes de retirarse, lleno de emoción. - ¡Ya tenemos que empezar a practicar para el año que viene!
FIN.