El Gran Partido del Hombre Amarillo
Era una mañana soleada en el parque de la ciudad. Todos los niños y adultos estaban emocionados por el partido de tenis entre los mejores jugadores del barrio. Pero entre la multitud, había un hombre diferente, un Hombre Amarillo. Su camiseta brillaba bajo el sol, pero su rostro estaba fruncido por la furia.
"¡No puedo creer que mi rival haya llegado a la final sin entrenar!" - gritó el Hombre Amarillo mientras calentaba su raqueta, haciendo que la gente a su alrededor se sobresaltara.
Una niña llamada Lila, que estaba sentada en la grada, lo miró con curiosidad. "¿Por qué estás tan enojado? No debería ser solo un juego, ¿verdad?" - preguntó con su voz suave.
El Hombre Amarillo se detuvo por un momento. "¡Es que quiero ganar! He estado entrenando duro y creo que se lo merece todo el mundo... menos él. ¡No es justo!" - respondió, alzando la raqueta al aire como si fuera un trofeo.
"A veces, el enojo puede nublar nuestra perspectiva. ¿No creés que deberías relajarte un poco?" - le sugirió Lila.
El Hombre Amarillo arrugó la frente. "¿Relajarme? ¡Estamos en un partido!" - se quejó, mientras comenzaba a dar golpes a la pelota. Pero cuanto más golpeaba, más enojado se sentía. Cada golpe era una explosión de frustración.
De repente, la pelota se fue volando fuera de la cancha y aterrizó cerca de un grupo de niños que jugaban a la pelota. Un pequeño le devolvió la pelota, pero perdió el equilibrio y cayó al suelo. El Hombre Amarillo lo miró y su corazón se sintió un poco más pesado.
"¿Estás bien?" - le preguntó al niño, que ruborizado se levantó rápidamente.
"Sí... pero mi amigo está triste porque no tiene a alguien que entrene con él al fútbol" - respondió el niño, mientras miraba al Hombre Amarillo con admiración.
Un nuevo giro comenzó a acontecer en la mente del Hombre Amarillo. ¿Quién era él para estar enojado por el tenis, cuando había un niño que deseaba jugar para divertirse? Entonces, respiró profundo y decidió cambiar su enfoque. Hizo un gesto hacia la cancha.
"¡Vamos, chicos! ¿Quieren probar a jugar tenis?" - dijo con más entusiasmo del que había mostrado antes.
Los niños se acercaron emocionados, entre risas y gritos. Ese día, el Hombre Amarillo no solo enseñó algunos trucos de tenis, sino que también descubrió que jugar con amigos era mucho más divertido que ganar un partido.
"¿Ves? ¡Así está mejor! Menos enojo y más diversión" - dijo Lila mientras se unía a ellos.
Al finalizar, el Hombre Amarillo se sintió cansado pero feliz. No había ganado un torneo, pero sí se había ganado nuevas sonrisas y un gran momento entre amigos. Nadie se acordaba del rival que lo había enojado; todos solo recordaban lo divertido que había sido jugar juntos.
Al día siguiente, el Hombre Amarillo regresó al parque, esta vez no por el torneo, sino para organizar un mini torneo con todos los niños y sus padres, prometiendo que lo más importante iba a ser la diversión y el trabajo en equipo.
"Gracias por ayudarme a recordar lo que realmente importa" - le dijo a Lila, que lo miraba feliz.
La sonrisa del Hombre Amarillo deslumbraba tanto como su camiseta. A veces, en la vida, las lecciones más grandes vienen de situaciones inesperadas y de personas que están dispuestas a señalar el camino.
Así, el Hombre Amarillo aprendió que dejar de lado el enojo le trajo una alegría nunca antes vista y que todos importan, en la cancha y en la vida.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.