El Gran Partido del Perro Pelota



Era un hermoso día de sol en el parque del barrio, y Mariana estaba entusiasmada porque iba a jugar al fútbol con su amigo Bruno y su perro, Pelota. Pelota no era un perro común; siempre traía alegría a donde quiera que iba. Su nombre se debía a que tenía una energía imparable, como la de una pelota que nunca se detiene.

"Mariana, ¿estás lista para el gran partido?" le preguntó Bruno, mientras se movía de un lado a otro, listo para la acción.

"¡Sí! Hoy le vamos a enseñar a Pelota a pasarnos la pelota, ¿no es así, amigo?" dijo Mariana, acariciando a su perro, que movía la cola con fuerza.

Cuando llegaron a la cancha, los dos niños comenzaron a patear la pelota de fútbol. Pelota los observaba con atención y parecía emocionado. Sin embargo, cada vez que la pelota se iba rodando un poco más lejos, Pelota ladraba y corría tras ella, impidiendo que Mariana y Bruno pudieran jugar tranquilos.

"¡Pelota, ven!" gritó Mariana, riendo. "No es tu turno aún, ¡espera que te hagamos un pase!"

Pero Pelota tampoco entendía de turnos. Cuando Bruno le pasaba la pelota a Mariana, Pelota corría veloz y la interceptaba, como si fuera un verdadero jugador de fútbol.

"Parece que tenemos un nuevo jugador en el equipo", dijo Bruno, entre risas.

A pesar de que al principio parecía un poco complicado jugar con Pelota, la idea se les ocurrió a Mariana y Bruno:

"¿Y si hacemos un equipo de tres?"

"¡Sí! Un partido entre nosotros y Pelota. Así todos podremos jugar juntos."

Mariana y Bruno se pusieron en un lado de la cancha y Pelota en el otro, listo para recibir el primer pase. Cuando Mariana le pasó la pelota a Bruno, Pelota corrió y, como si entendiera el juego, ¡la atrapó justo a tiempo!"¡Increíble! ¡Mirá cómo juega!" dijo Bruno, sorprendido. Aunque Pelota no podía hacer goles como los niños, sí estaba divirtiéndose. Corrió de un lado a otro, tratando de atrapar la pelota y haciendo que todos rieran con sus travesuras.

De repente, durante el juego, Pelota se detuvo y comenzó a ladrar, mirando hacia un árbol. Mariana y Bruno se detuvieron también, intrigados.

"¿Qué pasa, Pelota?" preguntó Mariana. Al mirar hacia donde Pelota señalaba, vieron a un grupo de niños en el parque que también miraban la pelota.

"Parece que algunos amigos quieren jugar también," dijo Bruno. "¿Por qué no los invitamos?"

Así fue como comenzaron a agrandar el equipo. Mariana y Bruno llamaron a los niños. Pronto, Pelota estaba rodeado de nuevos amigos, todos corriendo tras la pelota.

"¡Qué divertido!" gritó uno de los niños.

"¡Vamos, Pelota! ¡Muevete!" siguió Mariana, emocionada.

El sol brillaba en el cielo y todos jugaban felices, riendo a carcajadas. Se empezaron a formar equipos y la cancha estaba llena de alegría. Pero de repente, la pelota rodó hacia el lado opuesto del parque y, sin pensarlo, Pelota corrió tras de ella. Sin embargo, mientras corría, hizo un giro inesperado y saltó sobre un tronco.

"¡Cuidado, Pelota!" gritó Mariana, pero fue demasiado tarde. Pelota tropezó y cayó en la tierra. Todos los niños se acercaron, preocupados.

"¿Está bien, Pelota?" preguntó Bruno, mientras acariciaba la cabeza del perro.

Pelota movió la cola un poco, y después de unos instantes, se levantó y corrió de nuevo hacia la pelota. Todos comenzaron a reír y aplaudir.

"¡Eso es, Pelota! ¡Nos enseñaste que siempre hay que levantarse!" dijo Mariana con una gran sonrisa.

El juego continuó y se volvieron a reunir los equipos. Todos se sintieron muy felices, pero más que eso, aprendieron una valiosa lección sobre la amistad y la perseverancia.

"Gracias, Pelota, por ser nuestro mejor compañero y por enseñarnos a divertirnos juntos," dijo Bruno, mientras le daba un abrazo al perro.

Finalmente, el sol comenzó a ocultarse, y los niños, con sus corazones llenos de alegría, prometieron volver a jugar al día siguiente. Mariana, Bruno, y por supuesto, Pelota, habían creado no solo un gran partido, sino una hermosa historia de amistad que jamás olvidarían.

FIN.

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