El Gran Paseo de Capibara Carlitos
Una mañana soleada en la colorida ciudad de Santa Marta, vivía un capibara llamado Carlitos. Siempre soñó con volar en un avión, pero nunca había tenido la oportunidad. Un día, mientras tomaba sol en la orilla del río, escuchó un zumbido que llenaba el aire.
"¿Qué será eso?" - se preguntó Carlitos, mientras se levantaba y se estiraba.
Siguiendo el sonido, Carlitos encontró un pequeño aeropuerto donde los aviones despegaban y aterrizaban. A su lado, un grupo de aves charlaba entusiasmado.
"¡Mirá, ahí viene un avión!" - exclamó un loro.
"¿Y si volamos con él?" - sugirió una golondrina.
"¡Pero... ¡no somos aves!" - respondió un pato, asustado.
Carlitos, intrigado, se acercó.
"¡Hola! ¿Me dejan volar con ustedes?" - preguntó el capibara, emocionado.
Las aves se miraron entre ellas.
"¿Pero cómo vas a volar?" - dijo la golondrina. "Eres un capibara, no tienes alas."
"Pero tengo un sueño y quiero intentarlo!" - afirmó Carlitos con determinación.
Las aves decidieron ayudarle. Juntas idearon un plan. Usaron una caja grande y algunos globos.
"Si atamos estos globos a la caja y subimos todos juntos, ¡quizás podamos levantarnos del suelo!" - propuso el loro.
El capibara estaba emocionado, pero también un poco asustado.
"Y si no funcionamos, ¿qué pasa?" - dijo con un hilo de voz.
"Lo intentamos y si no lo logramos, siempre podemos intentarlo otra vez. Lo importante es el camino!" - respondió la golondrina.
Con el apoyo de sus nuevos amigos, Carlitos subió a la caja.
"¿Listos?" - preguntó el loro, mientras ataban los globos. - “¡A la cuenta de tres, todos juntos!"
"Uno... dos... ¡tres!"
Y así, la caja con Carlitos y las aves comenzó a levantarse lentamente del suelo. Las aves gritaban de alegría mientras Carlitos empezaba a reírse.
"¡Estoy volando! ¡Estoy volando!" - exclamó, sintiendo el viento suave acariciar su pelaje.
Pero de repente, un fuerte viento sopló y la caja comenzó a tambalearse.
"¡Sostenete, Carlitos! ¡Es un viento fuerte!" - gritó la golondrina.
A lo lejos, Carlitos vio el mar brillante de Santa Marta, y en un instante, recordó lo que le había enseñado su mamá: "Si un desafío parece grande, construye un plan y no dejes que el miedo te detenga".
Carlitos respiró hondo y gritó:
"¡Vamos a controlar el vuelo! ¡Pongamos rumbo hacia el mar!"
Las aves, siguiendo su liderazgo, empezaron a batir sus alas con fuerza, ayudándole a estabilizar la caja. Juntos, después de mucho esfuerzo, lograron retomar el control y, con gran alegría, llegaron hasta la playa.
"¡Lo logramos!" - exclamó Carlitos. "Volamos!"
Se lanzaron al agua y jugaron bajo el sol, riendo y nadando. Después de un día de aventura, cuando el sol comenzaba a ocultarse, Carlitos miró a sus amigos.
"Gracias por ayudarme a volar y a perseguir mi sueño. Aprendí que, aunque no tenemos alas, la amistad y el trabajo en equipo pueden llevarnos lejos."
Las aves asintieron, felices de haber compartido esa experiencia tan fantástica.
Carlitos comprendió que aunque ser un capibara lo limitaba de muchas maneras, tenía amigos dispuestos a ayudarlo a alcanzar cualquier sueño. Después de todo, la vida es una aventura que siempre vale la pena vivir.
FIN.