El Gran Paseo de Justi
Había una vez un niño llamado Justi que vivía en un pequeño pueblo. Justi era un niño muy curioso y aventurero, siempre buscaba nuevas formas de divertirse.
Pero lo que más le gustaba hacer era pasar tiempo con su abuela Ana. Un día, mientras paseaban por el parque del pueblo, Justi vio a unos niños jugando con sus bicicletas en la plaza.
Se quedó fascinado al ver lo divertido que parecía ser montar en una bicicleta y decidió que también quería aprender a andar en ella. "Abuela Ana, ¿podrías enseñarme a andar en bicicleta?" -preguntó entusiasmado Justi. La abuela Ana sonrió y asintió. "¡Claro que sí, mi querido Justi! Será una aventura emocionante".
Así comenzaron las lecciones de bicicleta de Justi. Cada tarde después de la escuela, él y su abuela se dirigían a la plaza para practicar. La abuela Ana le enseñaba cómo mantener el equilibrio y pedalear lentamente.
Pero había algo que hacía difícil para Justi aprender: tenía miedo de caerse. Cada vez que intentaba soltarse del apoyo de su abuela, temblaba de miedo y volvía a agarrarse rápidamente.
Una tarde, cuando estaban practicando como siempre, apareció un perro callejero cerca de ellos. El perro corría felizmente por la plaza hasta llegar junto a ellos. Parecía tan libre y valiente corriendo sin preocupaciones. Justo en ese momento, la abuela Ana tuvo una idea.
"Justi, ¿ves a ese perro? Mira cómo corre sin miedo. Si él puede hacerlo, tú también puedes". Justi miró al perro y se dio cuenta de que la abuela Ana tenía razón. Él también quería correr libremente como el perro.
Decidió enfrentar su miedo y soltarse del apoyo. "¡Vamos Justi, tú puedes!" -animaba la abuela Ana. Con valentía, Justi soltó sus manos del apoyo y comenzó a pedalear lentamente.
Al principio estaba un poco inestable, pero poco a poco fue ganando confianza. La abuela Ana lo miraba orgullosa mientras Justi iba recorriendo la plaza en su bicicleta. "¡Muy bien Justi! Estás aprendiendo rápidamente".
Justo cuando parecía que todo iba perfectamente, una pequeña piedra hizo que Justi perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Rápidamente se levantó con lágrimas en los ojos, sintiendo dolor en sus rodillas raspadas. La abuela Ana se acercó rápidamente para consolarlo. "No te preocupes, mi amor.
Las caídas son parte del aprendizaje. Lo importante es levantarse y seguir adelante". Justi asintió con determinación y decidió no rendirse. Volvió a subirse en su bicicleta y continuaron practicando juntos.
Día tras día, Justi mejoraba cada vez más gracias al apoyo constante de su abuela Ana. Finalmente llegó el día en que pudo andar en bicicleta sin ningún problema. Fue un momento emocionante para ambos.
Justi se sentía tan feliz y orgulloso de sí mismo, sabiendo que había superado su miedo. Desde ese día, Justi y su abuela Ana pasaban mucho tiempo juntos en la plaza montando en bicicleta y jugando con otros niños. La plaza se convirtió en su lugar favorito para divertirse y crear recuerdos especiales.
Y así, gracias al amor y apoyo de su abuela Ana, Justi aprendió una valiosa lección: nunca rendirse frente a los desafíos, porque siempre hay una forma de superarlos.
FIN.