El Gran Paseo de los Amigos



Era una mañana soleada en el barrio de Villa Alegría. Los amigos de la clase 3A estaban entusiasmados por su primer paseo del año. La profesora Valeria había organizado una salida al parque para disfrutar del lindo día y fomentar la amistad entre todos.

Mientras se preparaban, Agustín, el más aventurero del grupo, decía:

"¡No puedo esperar para correr y jugar!"

Por su parte, Lucía, más tranquila y calculadora, contestó:

"Recuerden que también debemos llevar sillas para sentarnos a comer. ¡No quiero quedarme de pie todo el tiempo!"

Así que todos se apresuraron a empacar sillas plegables y viandas llenas de ricos bocadillos para llevar. Al llegar al parque, se sorprendieron al ver un gran campo de pasto verde donde podrían jugar al fútbol, volar cometas y, por supuesto, disfrutar de su comida.

Mientras buscaban un lugar cómodo para sentarse, de repente, se dieron cuenta de que habían olvidado una silla. Esta situación generó un pequeño choque entre los amigos.

"Pero yo te digo que si no hubieras traído esos enormes sándwiches, podríamos haber traído más sillas", se quejó Martín, algo molesto.

"¿Quién come tanto?", rió Ana. "Tal vez deberías compartir un poco, así todos tendríamos silla."

El grupo comenzó a discutir sobre quién era el culpable de la silla olvidada, y la tensión creció. La profesora Valeria se dio cuenta de esto y decidió intervenir.

"Chicos, ¿qué les parece si hacemos una actividad? En lugar de pelear, podríamos encontrar una solución juntos."

Los amigos, algo apenados, asintieron. Entonces Valeria propuso una competencia amistosa: tendrían que usar su creatividad para encontrar una forma de sentarse, incluso con sólo tres sillas, pero debían trabajar en equipo.

Así que todos se pusieron a pensar. Patricia, que siempre tenía buenas ideas, dijo:

"Podemos hacer un círculo y compartir la silla entre todos. Los que no estén en la silla pueden sentarse en el pasto, ¡y así todos nos turnamos!"

"¡Genial idea!", exclamó Agustín. "Además, podemos inventar un juego donde, si alguien se sienta, cuenta un chiste. ¡Así será divertido!"

A todos les gustó la idea y se pusieron manos a la obra. Mientras cada uno se turnaba en la silla, contaban chistes y se reían, olvidando la discusión por la silla olvidada. Así fue como nació el juego del chiste en círculo, que se convirtió en una de las actividades más queridas de la clase.

Luego, sacaron el balón de fútbol y el ambiente se llenó de alegría y risas. Jugaron hasta que el sol comenzó a bajar, y fue entonces cuando Valeria propuso un momento de reflexión:

"¿Qué aprendimos hoy?"

Los chicos comenzaron a compartir:

"Que cuando trabajamos juntos, podemos resolver los problemas de una mejor manera."

"Que no hay que enojarse tanto, siempre hay solución si nos comunicamos."

"Y que hasta sin sillas, ¡podemos divertimos!"

Contentos con el aprendizaje, comenzaron a recoger sus cosas. La profesora Valeria sonrió, viendo cómo habían felizmente transformado un pequeño conflicto en un momento mágico de compañerismo.

A medida que caminaban de regreso, el grupo se hizo más unido y los lazos de amistad se habían fortalecido. Y así, el paseo al parque no solo se convirtió en una aventura llena de juegos, sino que también les dejó una valiosa lección: la importancia de trabajar juntos y entenderse.

Desde aquel día, cada vez que iban a jugar, recordaban aquella jornada especial donde una simple silla olvidada les enseñó lo valioso que es el compañerismo. Y así, el juego de los chistes en círculo se volvió un sello de su amistad.

FIN.

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