El Gran Paseo de Pececito
Había una vez un pecesito llamado Nico que vivía en un hermoso arrecife de coral. Nico era muy curioso y siempre soñaba con aventurarse más allá de lo conocido. Un día, mientras su mamá estaba distraída, decidió salir a explorar el océano sin pedir permiso.
"¡Voy a ver qué hay del otro lado de la roca!" - dijo Nico emocionado.
A medida que nadaba, Nico se encontró con un grupo de peces coloridos que jugaban al escondite entre las algas.
"¡Hola! Soy Nico, ¿puedo jugar con ustedes?" - preguntó.
"¡Claro! ¡Soy Lila! Y esos son Miro y Tico!" - respondió una pequeña pez de colores brillantes.
Los cuatro peces jugaron juntos durante un rato, riendo y nadando entre los corales. Pero de repente, el agua se oscureció y los amigos de Nico se pusieron nerviosos.
"¿Qué está pasando?" - preguntó Nico.
"¡Los tiburones!" - gritó Lila, señalando a varios tiburones que nadaban hacia ellos.
Los tiburones, que siempre tenían hambre, vieron a Nico y sus amiguitos como un delicioso bocado.
"¡Vamos, nademos!" - exclamó Miro, y todos comenzaron a huir lo más rápido que pudieron.
Mientras nadaban, Nico recordó lo que su mamá le había dicho siempre: "Nunca te alejes demasiado, porque el océano puede ser peligroso". Pero era tarde para pensar en eso; necesitaban un plan para escapar.
"¡Tengo una idea!" - dijo Tico. "Podemos escondernos en la cueva de las algas. Ahí ellos no nos verán."
"Pero es muy oscura y da miedo" - contestó Nico.
"Confía en nosotros, Nico. Juntos somos más fuertes" - dijo Lila, que siempre había sido valiente.
Sin pensarlo dos veces, todos se dirigieron a la cueva de las algas. Allí, se mantuvieron muy calladitos mientras los tiburones nadaban cerca.
"No estamos en el menú de esta noche, pequeño pez" - rió uno de los tiburones.
Los peces amigos se miraron con miedo, pero Nico recordó algo muy importante:
"¡Si nadamos en grupo y hacemos mucho ruido, quizás podamos asustarlos!" - dijo.
Así que, juntos, comenzaron a hacer burbujas y a mover sus aletas, creando un gran espectáculo.
"¡Miren! Ecos en el agua, ¡son muchos!" - exclamó un tiburón, asustado.
Los tiburones se alejaron, pensando que había un grupo de peces enormes escondidos. Cuando finalmente todo se calmó, Nico y sus amigos salieron de la cueva.
"¡Lo logramos!" - celebró Lila.
Pero Nico sabía que había sido imprudente salir sin permiso. Era hora de volver a casa.
"Chicos, tengo que regresar. ¡Mi mamá debe estar preocupada!" - dijo Nico, triste por tener que irse.
"¿Te acompañamos?" - preguntó Tico.
"Sí, por favor!" - respondió Nico.
Nadando juntos, atravesaron el arrecife. Al llegar a casa, la mamá de Nico lo estaba esperando con una expresión de alivio.
"¡Nico! ¿Dónde estuviste? ¡Estuve tan preocupada!" - exclamó su mamá.
"Lo siento, mamá. Quería explorar, pero prometo no salir jamás sin tu permiso otra vez. Aprendí mi lección" - dijo Nico con voz temblorosa.
Su mamá lo abrazó fuertemente.
"Eso espero, mi pequeño aventurero. Siempre recuerda que el océano tiene muchos secretos, pero también peligros. No dudes en pedirme ayuda cuando quieras descubrir el mundo".
Y así, Nico aprendió la importancia de la obediencia y de cuidar de sí mismo. Desde aquel día, siguió explorando, pero nunca olvidando pedir permiso a su mamá antes de salir.
"¡Hasta la próxima aventura!" - se despidió Nico, sonriendo, mientras miraba al horizonte.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.