El Gran Paseo en Coche de Flores y su Perro



En un colorido barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Valentina. Valentina era una amante de las flores y tenía un perro llamado Rufus, un golden retriever juguetón que siempre estaba a su lado. Un día soleado, Valentina decidió que era el momento perfecto para hacer un picnic en el parque con Rufus y, por supuesto, ¡no podía faltar un coche lleno de flores!"- Rufus, hoy vamos a tener un día increíble!" – le decía Valentina mientras le ataba el pañuelo rojo al cuello.

"- ¡Guau, guau!" – respondía Rufus, moviendo su cola de entusiasmo.

Valentina se dirigió a su jardín, donde tenía un montón de flores de todos los colores. Comenzó a recoger algunas, mientras hablaba con Rufus.

"- Estas son mis flores favoritas: las margaritas son perfectas para el picnic y también voy a llevar un poco de menta. ¡Huele tan rico!"

Después de llenar una canasta con flores y algunas deliciosas galletitas de menta que habían horneado juntas la noche anterior, Valentina corrió hacia el garage. Su papá había dejado el coche muy cerca y se llenó de emoción al verlo.

"- ¡Mirá, Rufus! ¡Nuestro coche de flores va a ser el más bonito de todo el barrio!"

"- Guau, guau!" – respondió Rufus, ladrando de felicidad.

Pero cuando Valentina estaba a punto de abrir la puerta del coche, se dio cuenta de que algo extraño sucedía. El auto no solo estaba cubierto de flores, sino que también había un pequeño nido de pajaritos en el motor.

"- Oh, no!" – dijo Valentina preocupada. "- No podemos llevarnos a estos pajaritos, Rufus. Necesitamos ayudarlos."

"- Guau..." – ladró Rufus, como si entendiera perfectamente a su dueña.

Los dos se pusieron a pensar.

"- Creo que deberíamos hacer una casa para ellos. Mi abuelo tiene madera en su taller, podemos hacer una casita perfecta para que se sientan seguros mientras crecen", sugirió Valentina.

"- ¡Sí! ¡Eso suena genial!" – gritó Rufus, saltando.

Valentina y Rufus corrieron hacia el taller del abuelo. Cuando llegaron, se encontraron con su abuelo trabajando en un nuevo proyecto.

"- Abuelo, abuelo, encontramos unos pajaritos en el coche y queremos hacerles una casita. ¿Puedes ayudarnos?"

"- ¡Claro que sí, Valentina! ¡Siempre estoy listo para un buen proyecto!" – respondió el abuelo con una gran sonrisa.

Pasaron la tarde trabajando juntos, cortando, pegando y pintando. Rufus corría y traía herramientas, mientras Valentina y su abuelo construían la hermosa casita.

"- ¡Mirá, Rufus! ¡Quedó hermosa!"

"- Guauuu!" – ladró Rufus, mostrando su aprobación.

Al finalizar la casita, los tres se dirigieron al coche.

"- Ahora, colocamos el nido adentro y lo llevamos a un lugar seguro," dijo Valentina.

"- ¡Buena idea! Vamos, Rufus!" – dijo el abuelo.

Llevaron la casa a un árbol cercano que tenía un buen espacio para resguardarse de los depredadores. Colocaron el nido dentro con mucho cuidado.

"- ¡Mirá cómo se acomodan!" – exclamó Valentina emocionada.

"- Guauuu!" – nuevamente, Rufus aplaudió como pudo.

Después de asegurarse de que los pajaritos estuvieran bien, Valentina se dio cuenta de que ya era tarde.

"- ¡Oh no! Se nos hizo tarde, abuelo. ¡No vamos a poder hacer nuestro picnic!"

"- No te preocupes, Valentina. Siempre hay tiempo para las flores y Rufus puede acompañarte a casa, ¡y podemos hacer un picnic en el jardín!" – dijo el abuelo.

"- ¡Sí, es una gran idea!"

Así que Valentina, Rufus y su abuelo organizaron un hermoso picnic en el jardín, rodeados de todas las flores que Valentina había recogido.

"-Esto es perfecto, abuelo. ¡Me alegra que hayamos ayudado a los pajaritos, y también podemos disfrutar de nuestras galletitas!"

"- Así es, Valentina. La bondad siempre trae alegría."

"- Guau guau!" – saltó Rufus, feliz con toda su familia.

Desde ese día, Valentina aprendió que a veces, los planes pueden cambiar, pero siempre hay una oportunidad para hacer el bien y disfrutar de los momentos que importan. Y Rufus, su amigo leal, siempre estaría a su lado, aunque los planes no salieran como esperaban.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!