El Gran Paseo Familiar
Era un día soleado y Andrea, la mamá, había decidido que era el momento ideal para un gran paseo familiar.
"¡Chicos!", gritó ella con entusiasmo, "hoy vamos a hacer algo especial. Preparé unas ricas tortas y quiero que vayamos todos al parque a disfrutar el día juntos."
Los tres hermanos, Miguel, Ana y Lucas, miraron a su mamá con emoción. Miguel, el mayor, siempre estaba dispuesto a ayudar.
"¿Puedo llevar la pelota?", preguntó.
"¡Claro!", respondió Andrea, mientras Jorgito, su pequeño bebé, sonreía desde su cochecito, ajeno a los planes.
Ana, la del medio, era la más inventiva del grupo.
"¡Y yo puedo llevar mis lápices de colores! Podemos dibujar algo lindo en el parque", dijo.
"¡Eso es genial, Ana!", respondió su madre.
Lucas, el más pequeño, con su característica curiosidad, levantó la mano y preguntó:
"¿Podemos hacer una búsqueda del tesoro?"
"¡Sí!", exclamó Andrea. "Pero primero, vamos a cuidar a Jorgito, que también quiere disfrutar del día."
Así que prepararon todo: las tortas, la pelota, los lápices y la búsqueda del tesoro. Con Jorgito bien acomodado en su cochecito, la familia emprendió su aventura.
Al llegar al parque, se encontraron con un hermoso paisaje lleno de árboles verdes y flores de todos los colores.
"¡Miren eso!", dijo Miguel, apuntando a un lugar donde jugaban otros niños.
"¡Vamos allá!" La familia se dirigió al área de juegos, donde los hermanos comenzaron a jugar. Jorgito, con sus ojos brillantes, observaba divertido.
Después de un rato, Ana gritó:
"¡Es hora de la búsqueda del tesoro!" Todos se pusieron en círculo y Ana explicó las reglas.
"El tesoro será unas golosinas que he escondido por aquí".
Los hermanos comenzaron a correr en diferentes direcciones, buscando pistas que los llevaran a la sorpresa dulce.
De repente, Lucas, que había estado mirando un árbol, brincó emocionado:
"¡Acá hay algo!"
Pero al acercarse, se dio cuenta de que no eran golosinas, sino un pequeño perro que había perdido su dueño.
"¡Mamá! Mira, este perrito está solo. ¿Podemos ayudarlo?"
Andrea miró al perrito y luego a su familia.
"¡Claro que sí! Pero primero, debemos asegurarnos de que no se aleje, busquemos una forma de ayudarlo y luego continuamos con la búsqueda del tesoro."
Todos concordaron en que lo importante era cuidar del bichito. Con el perrito acurrucado, hicieron carteles pidiendo ayuda para encontrar a su dueño.
"¡Es una gran idea!", dijo Miguel mientras ayudaba a pegar los carteles en los árboles.
"Y si nos quedamos aquí un rato, tal vez quien lo buscaba venga pronto."
Poco tiempo después, una niña llegó corriendo, llorando:
"¡Dobby! ¿Dónde estabas?"
La niña se apresuró hacia el perrito, que movía la cola felizmente.
"Gracias! Pensé que lo había perdido para siempre", dijo la niña a la familia.
"No hay de qué, no queríamos que se sintiera solo", respondió Andrea sonriendo.
"¡Me encantaría que Jorgito también tuviera un amigo perrito!", dijo Lucas.
"Tal vez podamos volver a jugar con Dobby después", sugirió Ana.
Finalmente, la niña, que se llamaba Sofía, se unió a la familia y juntos continuaron la búsqueda del tesoro.
Al final del día, todos regresaron cansados pero felices, llevando a casa recuerdos de risas, juegos y la satisfacción de haber ayudado a un perrito.
Antes de volver a casa, Andrea dijo:
"Chicos, hoy no solo nos divertimos, sino que aprendimos lo importante que es ayudar a los demás y trabajar en equipo. Recuerden que la verdadera aventura está en compartir momentos juntos y hacer el bien."
Y así, Jorgito sonreía mientras escuchaba a su mamá, rodeado por el amor de su familia, sabiendo que siempre había algo nuevo por descubrir.
FIN.