El Gran Pelo dAlfalfa
En un lejano bosque donde todos sus habitantes eran alegres y amistosos, ocurrió algo muy curioso un hermoso día de primavera. Todos los animales, de renos a leones, despertaron y se miraron en el espejo de la charca. ¡Oh sorpresa! Cada uno de ellos estaba completamente calvo, excepto un pequeño grupo de alfalfa en el centro del bosque que tenía un solo pelo.
Todos los animales se reunieron en el claro del bosque, y se notaba su asombro. Las aves trinaban divertidas, los ciervos corrían alrededor haciendo chistes, y los conejos saltaban y reían.
- ¡Mirá a ese león, parece un durazno sin piel! - gritó un loro con risa.
- ¡Y ese elefante! Ahora su trompa es más larga que nunca! - agregó un canguro, haciendo que todos estallaran en carcajadas.
Pero no todos estaban contentos. Al fondo, un pequeño ratón llamado Raúl estaba frustrado, mirando a Alfalfa, un curioso grupo de plantas que, gracias a un pequeño milagro, tenía un solo pelo en la cima de cada una de sus cabezas verdes.
- ¿Por qué se ríen todos? - preguntó Raúl, con lágrimas en los ojos. - Yo solo quería un hermoso pelaje como los demás.
Al escuchar el llanto de Raúl, Alfalfa, la planta con un solo pelo, decidió hablar con él.
- No llores, amigo. A veces nos enfocamos demasiado en lo que no tenemos, en vez de apreciar lo que sí tenemos.
Raúl miró a Alfalfa, confundido. Pero la planta continuó hablando.
- Mira, tal vez nuestra apariencia no sea lo que esperábamos, pero nuestras sonrisas son más importantes. La verdadera belleza viene de adentro.
Mientras todos los animales seguían riendo, Raúl comenzó a observar lo que había a su alrededor. La alegría de los demás, lo lindo de la naturaleza, el sol brillando entre las hojas. Y en un instante, se le ocurrió una idea.
- ¿Y si organizamos un concurso de talentos? - propuso Raúl, con entusiasmo. - No importa si estamos calvos o si tenemos un pelo. Podemos mostrar nuestras habilidades.
Los otros animales se quedaron en silencio, sorprendidos por la idea.
- ¡Eso suena genial! - exclamó el canguro.
- ¡Sí! - gritó el loro. - ¡Vamos a mostrar que somos más que nuestra apariencia!
Así fue como el bosque se llenó de preparación y emoción. Todos los animales comenzaron a practicar sus talentos. El león mostró su poderoso rugido, las aves hicieron acrobacias en el aire, y el elefante sorprendió a todos con su habilidad para bailar. Hasta el pequeño Raúl encontró su momento estelar: hizo un truco de magia que dejó a todos boquiabiertos.
El día del concurso llegó, y todos, calvos o no, estaban allí para celebrar la diversidad y el talento que cada uno tenía. Cuando llegó el momento de la premiación, el jurado se quedó en shock. No podían elegir solo un ganador, porque la diversión y el esfuerzo que cada uno había puesto eran la verdadera recompensa.
- ¡Todos son ganadores! - proclamó el juez, levantando su voz para que todos lo escucharan. - Porque este concurso ha enseñado que, con o sin pelo, lo que importa es la amistad y la alegría que compartimos.
Los animales aplaudieron y comenzaron a bailar. Raúl miró a Alfalfa y sonrió.
- Tenías razón, ahora entiendo que todos somos especiales a nuestra manera. ¡Gracias por hacerme ver la vida de otro color!
Desde ese día, el bosque no solo se llenó de risas, pero sobre todo de unidad y una nueva forma de ver lo que realmente importa: los corazones alegres, la amistad y la aceptación de uno mismo.
Y así, en un mundo donde todos eran diferentes, los animales aprendieron a vivir en armonía, abrazando sus diferencias y, por supuesto, ¡riéndose juntos!
FIN.