El Gran Perdón de la Isla de los Colores
En una isla mágica llamada Isla de los Colores, cada habitante tenía un papel muy especial. Allí vivían Lila, una joven mariposa de colores brillantes, y Bruno, un torpe pero querido caracol. Un día, mientras Lila danzaba entre las flores, Bruno quiso impresionar a sus amigos y decidió intentar volar, aunque no fuera su naturaleza.
Con una gran zancada, Bruno se lanzó de un pequeño acantilado, listo para demostrar su valor. Pero, en su salto, accidentalmente chocó contra Lila, quien estaba disfrutando de su vuelo.
"¡Ay!" exclamó Lila mientras caía al suelo lleno de flores. "¿Por qué no mirás por dónde vas, Bruno?".
"Lo siento, Lila, no quería hacerlo. Solo quería mostrarles que puedo ser valiente y volar también" contestó Bruno, preocupado por su amiga.
Lila se sintió herida, no solo por la caída sino porque Bruno había puesto en peligro su alegría. "Nunca me vas a entender, Bruno. No todo el mundo puede volar, y eso está bien", dijo Lila, mientras se alejaba.
Bruno se sintió muy mal. "No quise arruinar tu día. Solo quería que mis amigos pensaran que soy especial".
Pasaron varios días y Lila evitaba a Bruno. Este, con tristeza, decidió que debía hacer algo para ganarse su perdón. Un día se le ocurrió una idea. Con mucha paciencia y esfuerzo, recolectó hojas y flores de su alrededor para hacer un hermoso ramo.
Cuando Lila estaba cerca de un estanque, aún con su tristeza, escuchó un suave tirón del viento, y, al mirar, ¡ahí estaba Bruno!"Lila, hice esto para vos. Quiero que sepas cuánto lamento haberte lastimado", dijo Bruno, ofreciendo el ramo que brillaba a la luz del sol.
Lila miró el ramo y sintió que algo se movía en su corazón. "Bruno, es muy bonito, pero lo que realmente quiero es que entiendas que no necesitamos hacer cosas peligrosas para ser especiales. Ya sos especial, sólo por ser vos mismo."
Los ojos de Bruno se iluminaron al escuchar esas palabras. "¿De verdad pensás eso, Lila?" preguntó, esperanzado.
"Claro que sí. A veces cometemos errores, pero eso no significa que no podamos volver a ser amigos", respondió Lila, sonriendo por primera vez en días.
Bruno se sintió ligero, como si pudiera flotar. "Entonces, ¿podríamos empezar de nuevo?"
"Sí, me encantaría. Pero prométeme que no volverás a intentar volar", bromeó Lila, riendo nuevamente.
"Lo prometo. Soy un caracol, y mi lugar está en el suelo, ¡donde hay muchas flores para disfrutar!"
Así, el ambiente de la isla volvió a llenarse de risas y colores, y Lila y Bruno aprendieron que perdonar y pedir disculpas son cosas que nos hacen más fuertes.
Desde ese día, los dos amigos se volvieron inseparables, compartiendo aventuras en la Isla de los Colores, cada uno con su propio don, pero ambos, igualmente especiales.
FIN.