El Gran Picnic de la Canasta Mágica



Era una hermosa mañana en el campo, el sol brillaba, las flores estaban en su máximo esplendor y el aire fresco traía consigo el canto de los pájaros. Un grupo de amigos -Lucas, Sofía y Tomi- decidieron organizar un picnic en un claro rodeado de árboles. Habían planeado su día perfecto y cada uno aportaría algo especial para la canasta de picnic.

-Con la canasta lista, Sofía sonrió y dijo: -¡No olviden traer sus juegos y cuentos para compartir!

-¡Claro! -respondió Lucas-. Yo traigo mis cartas de animales.

Tomi, emocionado, agregó: -Y yo llevo un montón de frutas frescas del árbol de la abuela. ¡Va a ser genial!

Los tres amigos desearon pronto llegar al claro para desplegar su mantita y disfrutar de la naturaleza. Al llegar, notaron que había algo peculiar. Una ardilla juguetona estaba dando vueltas alrededor de la canasta, como si la estuviera cuidando.

-Miren esa ardilla tan curiosa -dijo Sofía-. ¿Creen que le gustaría unirse a nuestro picnic?

-¡De una! -respondió Tomi-. Voy a compartirle un poco de la fruta.

Tomi se acercó a la ardilla con un trozo de manzana. -¿Quieres un poquito? -le dijo con un tono amable. La ardilla lo miró como si entendiera y, en un rápido movimiento, tomó la manzana con sus patitas y se la llevó a su escondite.

Repentinamente, la ardilla volvió, no solo con la manzana, sino con una sorpresa. Había traído unos bellos frutos secos y poco comunes, que nunca antes habían visto.

-Mirá lo que trajo -gritó Lucas-. ¡Estos son tesoros!

-¡Vamos a probarlos! -se animó Sofía. Pero antes de que pudieran comer, la ardilla comenzó a saltar y chirriar, como si estuviese llamando su atención.

-¿Qué te pasa, amiga ardilla? -preguntó Tomi, un poco confundido.

La ardilla hizo un giro en el aire, mostrando un camino entre los árboles. -Parece que quiere que la sigamos -observó Sofía con curiosidad.

-Juguemos a seguir a la ardilla -propuso Lucas, emocionado. Así, los tres amigos decidieron seguirla, dejando la canasta a un lado. Caminando un poco, llegaron a un pequeño claro lleno de árboles frutales.

-¡Wow! ¡Esto es increíble! -exclamó Tomi. -No sabía que existiera un lugar así.

-¡Miren esos frutos! -añadió Sofía-. Son aún más grandes que los de nuestra canasta.

La ardilla parecía muy contenta al ver a sus nuevos amigos admirando su tesoro escondido. En cada árbol, los niños aprendieron a identificar diferentes tipos de frutas y cómo cuidarlas.

-Es fundamental cuidar a los árboles, así ellos pueden darnos estos hermosos frutos -explicó Lucas, conociendo un poco sobre los árboles frutales que había escuchado en la escuela.

Así fue como Sofía, Tomi y Lucas se pusieron a recoger frutos, bajo la atenta mirada de la ardilla que les guiaba. Después de un rato jugando y recolectando, decidieron regresar al primer claro y preparar su picnic.

-Muchas gracias, amiga ardilla -le dijo Tomi mientras se despedían. -Fue un gran día, gracias a vos.

Pero la ardilla no se fue lejos. Permaneció en una rama, mirándolos con una expresión que parecía decir: "Siempre pueden regresar aquí".

La tarde avanzaba y los amigos disfrutaron sus comidas, riendo y recordando la aventura que habían tenido. Aprendieron claves sobre la naturaleza y la importancia de cuidarla. -Este era el mejor picnic que pudimos haber organizado -dijo Sofía, mientras jugaban un partido rápido de cartas de animales.

-Y todo gracias a la ardilla -sonrió Tomi, recordando la amistad que habían hecho en ese hermoso día en el campo.

Antes de irse, cada niño decidió dejar un pequeño trozo de fruta cerca del árbol más grande en el claro, como un regalo para su amiga la ardilla, esperando que volviera a visitarlos algún día. La naturaleza había sido su maestra y ese día, habían aprendido que compartir y cuidar el medio ambiente trae nuevas amistades y tesoros inesperados.

FIN.

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