El Gran Picnic de las Amistades
Era un hermoso día soleado en el bosque de colores. Los pájaros cantaban y las flores bailaban con el viento. En una pequeña colina vivían dos amigos inseparables, un conejito llamado Rayo y una tortuguita llamada Clara.
Un día, Rayo dijo:
- ¡Clara, hagamos un picnic!
- ¡Sí, qué buena idea! - respondió Clara emocionada.
Decidieron invitar a todos sus amigos: la ardilla Salto, el patito Pipo y la mariposa Lila. Todos estaban muy contentos y se pusieron a preparar las cosas para el gran día.
El día del picnic, Rayo estaba muy entusiasmado y preparó unas riquísimas zanahorias y algunas galletitas. Clara, por su parte, trajo frutas frescas y unas ricas tortas de pasto.
Cuando todos se reunieron en la colina, comenzó el festín. Pero mientras comían, Rayo notó que Salto se veía un poco triste.
- ¿Por qué estás tan callado, Salto? - preguntó Rayo.
- No tengo nada dulce para comer - dijo Salto con la cabeza agachada.
Rayo se sintió mal por su amigo, así que decidió compartir sus galletitas con él.
- Toma, Salto. ¡Comparte con nosotros! - le dijo Rayo al sonreír.
- ¡Gracias, Rayo! - exclamó Salto, con sus ojos brillantes de alegría.
Mientras tanto, Clara escuchó que Pipo suspiraba.
- ¿Qué te pasa, Pipo? - preguntó Clara.
- No sé nadar muy bien. Me da miedo ir al lago a jugar - contestó Pipo, mirando hacia el agua.
Clara, que era muy buena nadadora, le dijo con confianza:
- ¡No te preocupes, Pipo! Yo te enseñaré a nadar. Lo haremos juntos. - Y Pipo sonrió con gratitud.
Después de comer, todos decidieron jugar un rato y Clara ayudó a Pipo en el lago, mientras Rayo y Salto organizaban una carrera. Pero de repente, el viento comenzó a soplar muy fuerte y una nube oscura cubrió el sol. Todos se asustaron al ver que se venía una tormenta.
- ¡Rápido, hay que buscar refugio! - gritó Lila volando en círculos.
Corrieron todos juntos hacia una gran cueva cercana. Estaban un poco asustados, pero Clara, siempre valiente, dijo:
- No se preocupen. Vamos a esperar aquí, y mientras tanto, podemos contar historias.
Mientras la tormenta pasaba, comenzaron a contar historias divertidas. Rayo habló de su aventura con una zanahoria gigante, Salto hizo reír a todos con sus travesuras, y Pipo contó cómo se había perdido una vez en el jardín. Todos se reían y se olvidaron del miedo.
Cuando la tormenta finalmente se calmo, apareció de nuevo el sol.
- ¡Hurra! - gritaron todos.
Decidieron salir de la cueva y se dieron cuenta de que su amistad se había vuelto aún más fuerte.
- Gracias por estar juntos - dijo Clara, mirando a todos.
- ¡Siempre seremos amigos! - gritó Rayo,
- ¡Y siempre compartiremos lo que tengamos! - añadió Salto.
- ¡Sí, juntos somos invencibles! - dijo Pipo con una gran sonrisa.
- ¡Y cada uno aporta algo especial! - agregó Lila.
Desde ese día, Rayo, Clara, Salto, Pipo y Lila aprendieron que la verdadera amistad se trata de compartir, ayudar y disfrutar de cada momento, incluso en las tormentas. Y así, siguieron teniendo picnics y aventuras, viviendo felices en su hermoso bosque de colores.
FIN.