El Gran Picnic en el Bosque
Había una vez en un tranquilo pueblo, dos señoras llamadas Marta y Lucía, que eran las mejores amigas. Cada semana, organizaban un picnic en el bosque cercano. Un día, decidieron invitar a todos, incluyendo a una niña llamada Sofía, a un simpático señor llamado Don Pedro, y a su curioso pato llamado Pipo.
-Este sábado será un día especial -dijo Marta mientras preparaba sándwiches de mermelada-.
-Sí, y me encantaría que viniera más gente también -agregó Lucía, añadiendo frutas frescas a la canasta.
Sofía, emocionada, corrió hacia sus amigas.
-¿Puedo llevar a mi nuevo amigo, el oso de peluche? -preguntó con una gran sonrisa.
Claro que sí, Sofía. ¡El más lindo del picnic será tu oso! -contestó Marta.
El día del picnic, el sol brillaba radiante. Sofía, Marta, Lucía y Don Pedro llegaron al bosque y, para su sorpresa, vieron un montón de animales mirándolos curiosos. Un oso muy grande, que parecía ser el rey del bosque, se acercó lentamente.
-¡Hola, soy Osvaldo! -rugió el oso amistosamente.- ¿Qué hacen por aquí?
-Muchas gracias por recibirnos, Osvaldo. Estamos organizando un picnic -respondió Lucía con un tono amigable.
-¿Puedo unirme? -preguntó el oso, mientras se acomodaba sobre sus patas traseras, mostrando su gran sonrisa.
-Claro que sí, ¡bienvenido! ¡Cuanto más, mejor! -gritó Sofía, mientras Pipo, el pato, daba vueltas emocionado alrededor de ellos.
Mientras preparaban la manta y comenzaban a disfrutar de la comida, llegó un grupo de animales. Conejos, ardillas y hasta un zorro se acercaron, atraídos por el delicioso aroma de la comida.
-¡Esto se está convirtiendo en una fiesta! -exclamó Don Pedro, rascándose la cabeza sorprendido.
-¡Sí! , vamos a compartir todo -dijo Marta, y comenzó a ofrecer comida a los nuevos amigos.
Los animales, felices, aceptaron todo: los conejitos devoraban la lechuga, las ardillas pusieron atención en las nueces, mientras que el zorro se quedó observando un poco más alejado, un tanto tímido.
-¿Por qué no viene también el zorrito? -preguntó Sofía, notando que no se acercaba.
-Bueno, es un poco reservado -explicó Lucía.
-¡Vamos a invitarlo! -dijo Sofía con determinación, levantando la voz. -¡Zorrito! ¡Aquí hay comida para todos!
Con una mirada de sorpresa, el zorro se acercó lentamente, y vio toda la comida dispuesta.
-¿De verdad puedo comer con ustedes? -preguntó el zorro, con un tono un poco nervioso.
-¡Por supuesto! -gritó Osvaldo, el oso. -Aquí hay suficientes manjares para todos. ¡La amistad es mucho más rica cuando la compartimos!
Al oír esto, el zorro sonrió, se acercó y comenzó a comer junto a los demás. El picnic se llenó de risas, juegos y una energía maravillosa. Todos compartieron sus historias: Marta y Lucía hablaron de sus aventuras en el pueblo, Sofía mostró su oso de peluche y Don Pedro contó anécdotas graciosas de su juventud.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ocultarse, se dieron cuenta de que el picnic había unido a todos, no solo a las personas, sino también a los animales.
-Gracias por ser nuestros amigos -dijo Sofía con una sonrisa.- Aprendí que siempre es bueno compartir y hacer nuevos amigos.
-Bien dicho, Sofía -respondió la señora Lucía-, y qué bueno que el amor y la alegría pueden unir a todos, sin importar si somos grandes o pequeños, animals o plumíferos.
Y así, en aquel bosque, se creó una hermosa amistad que cruzó fronteras entre animales y humanos, recordándoles siempre que compartir y ser amables puede hacer del mundo un lugar mejor. Desde aquel día, cada semana se organizaba un nuevo picnic, y el bosque se llenó de risas y alegría.
.
FIN.