El Gran Pipíán de Popoyán



En una pequeña ciudad llamada Popoyán, ubicada a los pies de un majestuoso volcán, vivían unas personas muy curiosas y alegres. La mayor parte del tiempo, los habitantes se dedicaban a cultivar sus tierras y crear maravillas en la cocina. Uno de los platos más famosos que hacían era el pipián, un guiso que no solo era delicioso, sino que también tenía ingredientes mágicos que llenaban de energía a quienes lo comían.

Una mañana, las nubes cubrían el volcán y se escuchaba un retumbar lejano. La pequeña Lucia, una niña luminosa de rulos dorados, miraba hacia las montañas, llena de intriga.

"Mamá, ¿qué pasará si el volcán despierta?" - preguntó con su mirada curiosa.

Su madre, con una sonrisa tranquilizadora, le respondió:

"No te preocupes, Lucía, el volcán es como un gigante que duerme. A veces respirará fuerte, pero siempre cuidamos los alrededores. ¡Vamos, a preparar pipián, que hoy es el día del festival de la cocina!"

Lucía se entusiasmó al escuchar eso. El festival era una gran celebración donde todos llevaban sus mejores platos. Pero, aquella mañana, además de hacer pipián, Lucía tenía una idea que la llenaba de emoción.

Estaba decidida a hacer algo diferente: le daría un toque especial a su pipián. Así que, mientras su madre cortaba las verduras, Lucía decidió aventurarse hasta un claro en el bosque que estaba un poco alejado, donde había crecido un tipo de hierba muy especial.

"¡Voy a encontrar la hierba misteriosa para mi pipián!" - se dijo mientras corría alegre hacia el bosque.

Luego de un rato buscando, encontró la hierba brillando al sol. La tomó con mucho cuidado y, emocionada, regresó a casa.

Ese mismo día todos los habitantes de Popoyán comenzaron a llegar a la plaza para el festival. La música resonaba por todos lados y los aromas de las comidas llenaban el aire. Era un momento mágico. Cuando Lucía llegó con su pipián, todos se sorprendieron por el color vibrante que tenía.

"¿Qué le pusiste, Lucía?" - preguntó su amigo Tomás, con los ojos abiertos como platos.

"¡Es mi receta secreta! ¡Hierba mágica del bosque!" - exclamó con entusiasmo.

Mientras cada uno probaba su plato, un estruendo se escuchó desde lo alto del volcán. Todos miraron hacia arriba, y a Lucía le dio un poco de miedo.

"¿Qué fue eso?" - preguntó asustada.

Pero antes de que alguien pudiera responder, apareció el anciano del pueblo, don Julián, quien siempre sabía lo que hacer.

"No se alarmen, amigos. Quizás el volcán simplemente quiere un poco de nuestra energía y alegría. ¡Vamos, que la fiesta no pare!" - dijo con una risa contagiosa.

Los habitantes le dieron la razón y siguieron disfrutando del festival. Cada cucharada de pipián de Lucía llenaba el aire de risas y energía. La magia de la jerba misteriosa se extendía por todo Popoyán, y a pesar del retumbar del volcán, las personas estaban unidas, compartiendo y celebrando.

Y así, aquel día, Lucía no solo preparó un pipián especial, sino que también enseñó a todos que la alegría y la comunidad son más poderosas que cualquier miedo. Desde entonces, cada año, se celebra el "Día del Gran Pipíán de Popoyán", recordando aquella lección de unión y valentía en la cocina, al pie del volcán que siempre guardará sus secretos.

Y si alguna vez escuchas un rugido, recuerda que es solo el volcán queriendo un poco de alegría.

FIN.

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