El Gran Plan de Ana y Elipe



Había una vez, en una casa antigua y colorida, una ratita llamada Ana que amaba los quesos más que nada en el mundo. En la misma casa vivía un gato llamado Elipe, que siempre estaba buscando maneras de atraerla, pero no para jugar.

"¡Yo atraparé a Ana!" - se decía Elipe, con un brillo astuto en los ojos.

Ana, por su parte, sabía de la trampa del gato y siempre lograba escapar. Pero había un secreto que no conocía: si Elipe atrapaba a Ana, un robot escondido en el desván apretaría un botón que haría que la casa explotara.

Un día, mientras Elipe pensaba en su próximo movimiento, Ana decidió hacer algo diferente.

"¡Hoy voy a explorar más allá de la cocina!" - dijo Ana, emocionada.

"Eso no puede ser bueno para mí", pensó Elipe, y decidió seguirla.

Mientras andaban, Ana encontró un viejo libro de recetas en un rincón. Cuando lo abrió, se dio cuenta de que había una receta deliciosa de queso fundido.

"¡Mirá esto, Elipe! Podemos hacer algo increíble", exclamó Ana.

Pero Elipe no estaba interesado en cocinar. Solo pensaba en cómo capturar a Ana y comerla.

"No necesito su ayuda, puedo atrapar a Ana sin su cooperación" - murmuró Elipe para sí mismo.

Ana, al oírlo, se dio cuenta de que debía convencer a Elipe para que se uniera a ella.

"Elipe, ¿quieres ser mi compañero de cocina? ¡Imaginate hacer una fiesta de quesos!"

Elipe frunció el ceño, dudoso.

"¿Una fiesta de quesos?" ¿Para qué querría eso?"

"Porque podríamos hacer un banquete y disfrutar juntos. ¡Así no tendría que atraparme!" - insistió Ana.

Intrigado por la idea de una fiesta, Elipe decidió dar una oportunidad a Ana, pero solo porque pensaba que podría encontar lugares perfectos para tenderle una trampa.

Comenzaron a cocinar juntos, y poco a poco, Elipe fue perdiendo su interés de atrapar a Ana. Se dieron cuenta de que trabajando juntos podían crear una mezcla de quesos deliciosa.

"Mirá lo que hicimos, Elipe!" - exclamó Ana, mientras sacaban el queso del horno medio derretido.

Al cabo de un rato, la habitación se llenó de un aroma delicioso y, cuando Elipe probó el queso, no pudo evitar sonreír.

"¡Esto es increíble, Ana!" - dijo Elipe, olvidando por completo su plan inicial.

Juntos invitaron a todos los animales del vecindario a su fiesta de quesos. Mientras compartían risas y cuentos, Ana y Elipe se dieron cuenta de que la amistad era mucho más valiosa que una captura.

Pero justo cuando todo parecía perfecto, un ruido provenía del desván: el robot escondido se activaba.

"¡Ana! ¿Qué pasó?" - gritó Elipe.

"No sé... ¡tal vez sea por tu idea de atrapar ratitas!" - dijo Ana, asustada. La tensión aumentó cuando el robot, con su mecánica descontrolada, se movía hacia el botón.

Ana y Elipe, en un esfuerzo conjunto, corrieron hacia el desván.

"¡Debemos detenerlo!", gritó Elipe mientras saltaba para alcanzar el botón.

"¡Cuidado, Elipe!" - advirtió Ana, tratando de pensar rápido.

A lo que Elipe contesta:

"¡No me importa, no puedo dejar que explote!"

Finalmente, Elipe llegó justo a tiempo y apretó el botón antes de que el robot pudiera soltarlo.

"¡Lo logramos!" - gritaron.

La explosión fue detenida, pero el robot se quedó parado, como si hubiera comprendido que ya no había más agresión hacia la ratita.

Ana y Elipe miraron el robot, que de repente se desactivó y se convirtió en un pequeño ayudante que limpiaba la casa.

Desde aquel día, Elipe se convirtió en el mejor amigo de Ana, y juntos continuaron creando nuevas recetas de quesos. Y por supuesto, el robot se convirtió en el mejor ayudante de la casa, siempre a la espera de nuevas aventuras.

Y así, en la casa llena de aromas y risas, aprendieron una lección importante: a veces, la verdadera amistad surge cuando uno sabe dejar de lado sus planes y abrirse a nuevas oportunidades.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!