El Gran Plan de los Estudiantes de Aiquile



Era un día soleado en la escuela Manuel de Ugarte, donde un grupo de estudiantes de Aiquile se reunía en el patio durante el recreo. Hacía unas semanas, habían notado que el aire ya no olía tan fresco como antes, el agua del río había cambiado de color y la tierra donde solían jugar estaba cubierta de basura. La profesora Alicia, apasionada por el medio ambiente, decidió que era momento de actuar.

"Chicos, ¿se han dado cuenta de lo que está pasando a nuestro alrededor?", preguntó la profesora.

"Sí, profe. El río está sucio y ya no podemos nadar en él"", respondió Lina, una de las estudiantes.

"Exacto, y eso afecta no solo a nuestro entorno, sino también a nuestros cuerpos. Necesitamos hacer algo al respecto", dijo la profesora.

Los estudiantes miraron a su alrededor, sintiendo la determinación crecer en ellos.

"¿Y si hacemos una campaña de limpieza?", sugirió Mateo.

"Podríamos invitar a los vecinos y organizar un día donde todos podamos recoger basura", añadió Lucía entusiasmada.

La profesora sonrió, "Me encanta la idea. Pero no solo será una limpieza. También podemos aprender sobre la importancia de cuidar el aire, el agua y la tierra. Haremos que todos en Aiquile se sumen a nuestro Gran Plan de Limpieza".

Así, la semana siguiente, los estudiantes comenzaron a diseñar carteles, escribir cartas a los vecinos y, lo más importante, preparar un día lleno de actividades divertidas y educativas. Decidieron hacer juegos, como ‘¿Qué puedo reciclar? ’ y charlas breves sobre cómo reducir la contaminación.

El día del evento llegó. Con guantes y bolsas de basura, los estudiantes se hicieron presentes en el río, listos para dar el gran paso. Al poco tiempo, los vecinos comenzaron a unirse.

"¡Mirá cuánta basura hay!", gritó Mateo mientras levantaba una botella de plástico.

"Pero con cada bolsa que llenamos, el río se ve más bonito", respondió Lucía, llena de energía.

Cada bolsa recolectada se sentía como un paso más hacia un ambiente más limpio. Pero mientras recogían basura, los niños también comenzaron a descubrir otras cosas maravillosas.

"Miren eso, una rana!", exclamó Lina, indicando un pequeño sapo que saltaba entre las piedras.

"¡Es preciosa!", comentó Mateo, emocionado.

De repente, escucharon a alguien llorando desde la orilla más alejada. Se acercaron y vieron a un niño, Lucas, con cara de tristeza.

"¿Qué te pasa?", preguntó Lucía.

"No puedo jugar aquí porque siempre hay basura, y mis amigos se fueron a otros lugares", respondió Lucas, con voz entrecortada.

Los estudiantes se miraron entre sí.

"¡No te preocupes, ven con nosotros!", dijo Lina. "Estamos limpiando para que todos puedan volver a disfrutar del río."

Lucas sonrió, y mientras ayudaba a recoger la basura, sus ojos se llenaron de esperanza. El espíritu de colaboración se fue haciendo cada vez más fuerte. A medida que pasaba la tarde, se sentía más alegría y se podía respirar un aire más fresco.

Cuando el sol empezó a ponerse, los estudiantes quedaron asombrados al ver cuánto habían logrado juntos. El río, que una vez estuvo cubierto de basura, ahora relucía con claridad. Todos se sentaron y compartieron sus experiencias del día.

"Esto fue increíble. No solo limpiamos, también hicimos nuevos amigos", dijo Mateo, emocionado.

"Sí, y aprendimos que todos somos responsables del lugar donde vivimos", agregó Lucía.

La profesora Alicia, orgullosa de sus alumnos, intervino "Hoy demostraron que, aunque son pequeños, sus acciones cuentan y pueden lograr grandes cambios. ¡No se olviden de continuar cuidando lo que hemos logrado juntos!"

Todo el grupo terminó el día con sonrisas, un río más limpio y la promesa de seguir cuidando su entorno.

Esa noche, en la escuela Manuel de Ugarte, se decidió que la campaña de limpieza sería un evento anual. Así, los estudiantes se convertirían, no solo en defensores del río, sino también en protectores del aire y la tierra.

A partir de ese día, el grupo de estudiantes de Aiquile no solo aprendió a cuidar su medio ambiente, sino que también inspiraron a toda su comunidad a seguir su ejemplo. El aire volvió a oler fresco, el agua del río brilló y la tierra se mantuvo limpia.

"¡Hoy sembramos esperanza!", gritó Lucas, mientras todos reían y aplaudían, conscientes de que juntos podían hacer la diferencia.

FIN.

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