El Gran Primer Día de Sofía



Sofía se despertó emocionada. Hoy era su primer día de primer grado y, aunque un poco nerviosa, estaba lista para la aventura. Su mamá la despertó con un abrazo y un desayuno lleno de energía.

- ¡Buen día, Sofía! - dijo su mamá con una sonrisa. - Hoy es un día muy especial. ¿Estás lista para conocer a tus nuevos amigos?

- Sí, mamá, pero también tengo un poco de miedo - respondió Sofía.

- Es normal sentir un poco de miedo. Recuerda, todos están en la misma situación. ¡Hoy es el comienzo de algo increíble! - le dijo su mamá mientras le ajustaba el moño en su cabello.

Al llegar a la escuela, Sofía vio un montón de niños. Algunos reían, otros se abrazaban y algunos parecían tan nerviosos como ella. Trató de no pensar en los nervios y se acercó a un grupo de niños.

- Hola, soy Sofía - dijo tímidamente.

- Yo soy Lucas - contestó un niño con una gran sonrisa. - Este es Mateo y ella es Valentina. ¡Bienvenida a primer grado!

Sofía se sintió un poco más cómoda al ver que no estaba sola. La maestra, la señorita Clara, los recibió con los brazos abiertos.

- ¡Hola, chicos! - exclamó la señorita Clara. - Estoy muy feliz de ver tantas caritas nuevas. Hoy vamos a aprender sobre la amistad y trabajar en equipo.

Los niños escuchaban con atención, pero una preguntita incómoda surgió en la mente de Sofía.

- ¿Cómo sabemos si alguien quiere ser nuestro amigo? - preguntó Sofía con una mirada curiosa.

- ¡Buena pregunta! - respondió la maestra. - A veces, simplemente se trata de ofrecer una sonrisa y ser amables. Esa es la mejor forma de empezar.

Luego, la profesora les pidió que formaran grupos y crearan un cartel sobre lo que les gustaba hacer. Sofía se unió a Lucas, Mateo y Valentina. Comenzaron a charlar y así, con risas, se dieron cuenta de que compartían muchas cosas en común.

- A mí me encanta pintar - dijo Valentina. - ¿Y a ustedes?

- ¡A mí también! - respondió Sofía emocionada. - Y ¡también me gusta jugar al fútbol!

Mientras armaban el cartel, Mateo, que había estado callado, susurró.

- A mí me gusta armar rompecabezas, pero me cuesta un poco...

Sofía lo miró y le dijo:

- ¡Podemos armar rompecabezas juntos después de la escuela! Te ayudaré.

Mateo sonrió, y sus ojos brillaron. Todos estaban felices porque habían hecho un nuevo amigo. Tan absorbidos estaban en su trabajo, que no se dieron cuenta de que la hora del recreo había llegado.

- ¡Recreo! - gritaron todos emocionados mientras corrían al patio.

Sofía se sintió un poco abrumada con tanto ruido. Miró a su alrededor y vio a niños jugando a la pelota, otros en los columpios y algunos dibujando. Justo cuando decidió unirse a un grupo de chicas que jugaban a saltar la cuerda, un grupo de chicos la llamaron.

- ¡Sofía! ¡Ven a jugar al fútbol! - gritó Lucas.

Sofía se quedó dudando un momento. Siempre le había gustado el fútbol, pero nunca había jugado con chicos. Finalmente decidió que era hora de arriesgarse.

- ¡Voy! - contestó Sofía corriendo hacia ellos.

El juego era muy divertido, pero de repente, la pelota se fue lejos y se detuvo justo al lado de un grupo de niños que se veían algo enfadados.

- ¡Oigan! - gritó uno de ellos. - No tienen que jugar aquí. ¡Este es nuestro lugar!

Sofía se quedó parada, sintiendo cómo su estómago se encogía. Lucas se adelantó valiente.

- ¡Lo sentimos! - dijo. - No quisimos molestar. Simplemente nos gustaba jugar aquí.

Los niños de la otra parte se miraron y finalmente uno de ellos sonrió.

- Bueno, si quieren, podemos jugar todos juntos. - propuso.

Sofía sintió un alivio inmenso. Ese pequeño gesto fue el inicio de un nuevo juego en grupo. Todos juntos, jugaron al fútbol, mezclándose y compartiendo risas.

Cuando el timbre sonó para regresar al aula, los nuevos amigos estaban cansados pero felices. En el camino de regreso, Sofía le contó a Lucas, Mateo y Valentina lo que había aprendido.

- Hoy me di cuenta de que la amistad puede venir de los lugares más inesperados - dijo Sofía con una gran sonrisa.

- ¡Y que ser valiente a veces puede llevarte a momentos divertidos! - añadió Lucas.

Finalmente, al terminar el día, Sofía se despidió de sus nuevos amigos y prometió verlos al día siguiente. Al llegar a casa, su mamá la recibió entusiasmada.

- ¿Cómo te fue hoy, Sofía?

- ¡Increíble, mamá! - respondió ella. - Conocí amigos nuevos y aprendí que ser valiente es divertido. ¡No puedo esperar para mañana!

Y así, con cada nuevo día, Sofía descubrió lo valioso que es empezar, encontrar amigos y aprender a ser parte de un equipo. Su primer grado se convirtió en una etapa llena de aventuras, enseñanzas y risas.

FIN.

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