El Gran Proyecto Cooperativo de Areguá



En la pintoresca Ciudad Areguá, donde los cielos son siempre azules y las sonrisas de sus habitantes iluminan las calles, un grupo de amigos decidió que era momento de hacer algo especial por su comunidad. Los protagonistas eran Tomi, la curiosa, Sofi, la creativa, y Nico, el líder. Juntos, soñaban con emprender un proyecto para mejorar su escuela y ayudar a los demás.

Un día, mientras charlaban en el parque, Sofi propuso, -¿Y si hacemos una cooperativa escolar? Podemos vender cosas que fabriquemos y con el dinero que ganemos, ayudar a los que más lo necesitan.-

Nico, emocionado, agregó -¡Sí! Pero primero debemos enseñarles a todos cómo funciona una cooperativa. Iré a hablar con la profesora Rosa de educación cívica.-

Al día siguiente, los amigos se acercaron a la profesora, quien les dijo sonriendo, -Me encanta la idea, pero para que funcione, deben aprender los cuatro principios de la educación cooperativa: participación, solidaridad, autogestión e igualdad.-

Así que los chicos se pusieron manos a la obra. Organizaron talleres después de clases, donde compartían lo que habían aprendido. Al principio, algunos niños no estaban muy entusiasmados. -¡A mí no me interesa! - dijo un compañerito llamado Lucas, mientras miraba su celular.

Pero Sofi, con su espíritu creativo, organizó un concurso de diseño. -El diseño más original de un logo para nuestra cooperativa ganará un kit de arte.- Les susurró a sus amigas. Esto logró captar la atención de todos, y Lucas, intrigado, se acercó a preguntar.

-¿Puedo participar? - inquirió, un poco sonrojado.

-¡Por supuesto! - contestó Sofi con una sonrisa. -Todos son bienvenidos.-

Con el paso del tiempo, la cooperativa de Areguá comenzó a tomar forma. Aprendieron a trabajar juntos, a escuchar ideas y a respetar las opiniones de cada uno. Sin embargo, cuando llegaron a la etapa de ventas, se encontraron con un problema: no podían comprar materiales.

Tomi, siempre llena de ideas, sugirió, -¡Podemos hacer una feria de trueque! Cada uno trae algo que ya no usa, y podemos intercambiar cosas. Así conseguimos materiales sin gastar dinero.-

La idea fue un éxito, y la feria atrajo a mucha gente. Al final del día, no solo lograron obtener materiales, sino que hicieron nuevos amigos y aprendieron más sobre el valor del intercambio. La cooperativa se llamaría "Manos Solidarias".

Cuando llegó el momento de vender sus productos, se organizaron en un hermoso stand en la plaza. Habían creado pulseras, tarjetas de cumpleaños y hasta galletas decoradas. -¡Estamos listos! -exclamó Nico.

La venta comenzó, y los chicos se dividieron las tareas. Tomi atendía a los clientes, Sofi buscaba más ideas para productos y Lucas se puso a contar las ganancias. Cuando el día llegó a su fin, contaron lo que habían recaudado. -¡Hemos juntado mucho! -dijo Lucas con ojos brillantes. -¿Y ahora qué hacemos? -

Sofi, llena de entusiasmo, dijo, -¡Debemos donar una parte a un refugio de animales de nuestra ciudad! Los animales también necesitan ayuda.-

Los amigos, emocionados por la idea, fueron a visitar el refugio. Allí conocieron a un perro llamado Max, que movía la cola con alegría al verlos. -¡Mirá qué feliz está! -dijo Tomi, acariciándolo.

Con el dinero recaudado, compraron comida y juguetes para Max y sus amigos, y cuando volvieron a la escuela, los chicos estaban más unidos que nunca. Aprendieron que trabajar juntos hacía una gran diferencia. Al fin de año, la profesora Rosa los premió con un reconocimiento especial. -Ustedes han hecho un gran trabajo en equipo. Recuerden que la verdadera cooperativa viene del corazón y la solidaridad.-

Así, el Gran Proyecto Cooperativo de Areguá se convirtió en un ejemplo para todos, y sus aprendizajes quedaron grabados para siempre en sus corazones. A partir de ese momento, decenas de otros chicos se unieron a "Manos Solidarias", porque sabían que juntos, podrían lograr grandes cosas. Todos aprendieron que colaborar y ayudar al otro es la clave para hacer un mundo mejor, y que el verdadero poder está en trabajar en comunidad. Además, sabían que cada vez que ayudaban a otros, un pedacito de alegría se multiplicaba en su ciudad por mil.

FIN.

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