El Gran Proyecto de la Escuela Verde



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, había una escuela llamada La Casa Común. Allí, los niños y niñas aprendían no solo materias como matemáticas y ciencias, sino también la importancia de cuidar el medio ambiente y trabajar en equipo.

Un día, la profesora Ana reunió a sus alumnos en el patio.

"Chicos, hoy tenemos un nuevo proyecto: vamos a crear un jardín comunitario en la escuela. Será un lugar donde podamos aprender sobre plantas, trabajar juntos y cuidar nuestro entorno."

Los ojos de los niños brillaron de emoción.

"¡Genial!" gritó Lucas.

"Podemos plantar flores y hortalizas", sugirió Clara.

"Sí, y también mariposas y abejas... ¡será como un mini paraíso!" añadió Mateo.

La profesora Ana sonrió y explicó que para hacer el jardín necesitaban un plan.

"Primero, debemos elegir un lugar y luego investigar qué tipo de plantas son las mejores para nuestro jardín. Y sobre todo, necesitamos trabajar en equipo. ¿Alguien tiene una idea?"

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, llenos de ideas y entusiasmo. Al final, decidieron que el mejor lugar estaba al lado del árbol grande del patio, que daba mucha sombra. Formaron equipos: unos serían los encargados de plantar las semillas, otros de cuidar las plantas, y algunos más de decorar el jardín.

Esa tarde, mientras trabajaban, algunos niños comenzaron a discutir.

"¡Yo quiero hacer esto!" dijo Lucas, tratando de sacar a Clara de la parte donde estaba plantando.

"Pero yo también quiero ayudar", protestó Clara.

La profesora Ana, que estaba cerca, escuchó la discusión y se acercó.

"Chicos, ¿qué está pasando aquí?"

"Es que no podemos ponernos de acuerdo en quién debe hacer qué," respondió Mateo.

"Miren, el trabajo en equipo es importante. Vamos a hacer una rueda de ideas. Cada uno dirá qué le gustaría hacer y luego decidimos juntos. ¿Les parece?"

Los niños asintieron, y pronto estaban compartiendo sus ideas. Así, la discusión se transformó en un diálogo amistoso.

"Me gustaría cuidar las plantas y regarlas todos los días," dijo Clara.

"Yo quiero hacer un cartel bonito para el jardín," dijo Mateo.

"Y yo puedo buscar información sobre las plantas," agregó Lucas.

La profesora Ana observaba con alegría cómo los niños se estaban escuchando y apoyando entre sí.

"¡Perfecto! Veo que cada uno tiene un papel importante en nuestro proyecto. Recuerden, juntos podemos lograr cosas increíbles."

A medida que pasaban los días, el jardín comenzó a florecer. Los niños se turnaban para cuidarlo, y cada vez que alguien lograba una pequeña meta, todos celebraban juntos.

"¡Miren! ¡Ya están brotando las semillas!" gritó Clara con alegría.

"¡Impresionante! No puedo creerlo," dijo Mateo, saltando de felicidad.

Un día, mientras todos estaban en su jornada de trabajo, llegaron algunos adultos del pueblo. El alcalde y otros vecinos querían ver el progreso del jardín.

"¡Wow! Esto se ve increíble!" exclamó el alcalde.

"¡Sí! Los niños han trabajado muy duro y han hecho algo maravilloso aquí," agregó una señora del pueblo.

Los niños se sintieron orgullosos de lo que habían logrado.

"Esto es solo el comienzo, podemos hacer más proyectos juntos," dijo Lucas.

"Sí, podemos hacer un mural sobre la importancia de cuidar el agua," propuso Clara.

"Y también un día de limpieza en el parque," añadió Mateo.

La profesora Ana sonrió y les dijo:

"Así es, chicos. La Casa Común no solo es nuestra escuela, es también un lugar donde podemos aprender a cuidar nuestro entorno, compartir y crecer juntos."

El proyecto del jardín no solo les enseñó sobre el cuidado del medio ambiente, sino también la importancia del compañerismo. Los niños aprendieron que al trabajar en equipo pueden enfrentar cualquier desafío. Y todos, desde la profesora hasta el alcalde, se unieron para cuidar su comunidad.

El jardín se convirtió en un lugar de encuentro donde todos los días los niños jugaban, aprendían y compartían. Cada vez que miraban las plantas creciendo, recordaban que, al igual que el jardín, ellos también podían florecer si se apoyaban mutuamente. Y así, en La Casa Común, la amistad y el compañerismo se convirtieron en las revoluciones más hermosas que jamás habían sembrado.

FIN.

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