El gran proyecto de la sala de 3B



Era una cálida mañana de septiembre en la escuela Primaria Rincón de Valientes. La maestra Clara, conocida por su energía contagiosa, había preparado algo muy especial para sus alumnos de la sala de 3B.

- Chicos, hoy vamos a iniciar un proyecto muy lindo – anunció con una gran sonrisa. – Vamos a construir un jardín comunitario. Cada uno de ustedes va a tener la oportunidad de aportar algo y aprender sobre la importancia de cuidar nuestro entorno.

Los niños se miraron entre sí, llenos de curiosidad y entusiasmo.

- ¿Pero qué tenemos que hacer? – preguntó Tomás, un niño delgado y lleno de energía.

- Hay muchas tareas, Tomás. Algunos se encargarán de plantar las semillas, otros de regar y algunos más de cuidar de las plantas todos los días – explicó Clara. – Lo más importante es que trabajaremos juntos y aprenderemos a compartir y a colaborar.

Durante las primeras semanas, los chicos se dividieron las tareas y comenzaron a trabajar con gran dedicación. Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, mientras plantaban las semillas, la pelea estalló.

- ¡No quiero plantar esto! – gritó Sofía, la más alta de la clase, mientras empujaba a Juan.

- ¡Pero es importante, Sofía! – respondió Juan, entre lágrimas. – Todos tenemos que hacer nuestra parte.

La maestra Clara se acercó rápidamente.

- Chicos, esperen un momento. ¿Qué ocurre aquí? – preguntó con calma.

- ¡Sofía no quiere ayudar! – se quejó Tomás.

- Escuchen – dijo Clara. – El trabajo en equipo a veces puede ser complicado. Pero eso es precisamente lo que estamos aprendiendo: a resolver conflictos y a ser solidarios. Sofía, ¿puedes decirle a Juan por qué te sientes así?

Sofía respiró hondo antes de contestar.

- Solo quería elegir las semillas yo. ¡Me gusta hacer las cosas a mi manera! – se quejó.

- Entiendo que quieras tener un rol importante, Sofía. Pero cada uno de nosotros tiene algo único que aportar. ¿Qué tal si en lugar de pelear, hablamos sobre cómo pueden trabajar juntos en esto?

Los niños se miraron, reflexionando sobre lo que decía la maestra. Sofía asintió lentamente.

- Está bien… No quería que todos hicieran todo. Podemos dividirnos los roles de las semillas, ¿verdad? – sugirió.

- ¡Sí! – respondió Juan, limpiándose las lágrimas. – Yo puedo regar y cuidar de las que rondan las horas de sol.

Poco a poco, todos empezaron a colaborar. Se disculparon y, tras esa conversación, se sintieron más unidos que nunca. El jardín fue creciendo día a día, al igual que la amistad entre ellos.

Pasaron las semanas, y el jardín se convirtió en una maravilla llena de flores de todos los colores y plantas comestibles. La maestra Clara, emocionada por el avance del proyecto, organizó una feria para mostrar el trabajo y el aprendizaje de todos.

- ¡Chicos! – dijo Clara un día. – La próxima semana haremos una feria en el patio. Cada uno de ustedes presentará lo que hicieron y aprenderemos a celebrar nuestra colaboración.

El día de la feria llegó. Los padres, todos los compañeros de otras salas y algunos vecinos se acercaron a disfrutar de las coloridas exhibiciones del jardín. Los chicos, nerviosos pero emocionados, se prepararon para contar sus historias.

- Hoy vamos a hablar sobre lo que aprendimos en el jardín – comenzó Sofía, con la mirada fija en el público. – Aprendimos a trabajar juntos, a escuchar las ideas de los demás y a compartir nuestras tareas.

- También aprendimos que incluso si tenemos diferencias, siempre podemos encontrar un camino para ayudarnos – continuó Juan, sonriendo.

Al final de la presentación, todos aplaudieron y la maestra Clara, conmovida, dijo:

- Estoy muy orgullosa de todos ustedes. Este jardín no solo es un lugar hermoso, sino que también simboliza todo lo que hemos aprendido sobre el trabajo en equipo y la amistad.

El jardín comunitario se convirtió en un lugar especial no solo para los niños, sino para toda la escuela. Desde aquel día, cada vez que había un nuevo proyecto, los alumnos recordaban lo que habían aprendido y se esforzaban por escuchar y valorar las opiniones de los demás.

Y así, la sala de 3B aprendió que el verdadero valor de la escuela y del aula no eran solo las materias que enseñabas, sino los lazos que construías con tus compañeros, el respeto que aprendías y la alegría de crear juntos. El jardín fue solo el comienzo de muchas más aventuras llenas de aprendizaje y compañerismo que vendrían después.

FIN.

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