El Gran Recolector de Caca
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era el orgulloso dueño de un perro llamado Pipo, un perrito juguetón y lleno de energía. Un día, mientras jugaban en el parque, Lucas vio cómo otros dueños de perros recogían la caca de sus mascotas.
"¿Por qué tienen que recoger eso? Es tan asqueroso!" - preguntó Lucas a su vecino, el señor Gómez, que estaba limpiando después de su perro.
"Es parte de ser un buen dueño, Lucas. Hay que cuidar el lugar donde jugamos. Además, no es bueno para el medio ambiente y puede hacerle daño a otros animales y niños" - respondió el señor Gómez con una sonrisa.
Lucas frunció el ceño, mientras miraba a Pipo correr.
"Pero da un poco de asco, además no creo que a nadie le importe" - dijo, mientras el perrito regresaba a su lado con una ramita en la boca.
A la mañana siguiente, Lucas se despertó con una idea brillante. Decidió hacer una campaña para que todos los dueños de perros del barrio recogieran la caca de sus mascotas. Así, el parque estaría más limpio y agradable para todos.
Con la ayuda de su mamá, hizo carteles coloridos que decían: "¡Recoge la caca de tu perro! ¡Hagamos del parque un lugar más lindo!" Lucas estaba emocionado. Sin embargo, cuando salió a pegar los carteles, se dio cuenta de que ninguno de sus amigos parecía estar interesado.
"¡Es una pérdida de tiempo!" - se quejó su amigo Tomás, mientras pateaba una pelota.
"Pero Tomás, ¡piensa en lo hermoso que sería jugar en un parque limpio!" - insistió Lucas, recordando las palabras del señor Gómez. "Si todos colaboramos, podemos lograrlo."
Tomás, a pesar de estar reacio, decidió unirse a Lucas porque quería ver al perro Pipo bailar con su famosa ‘canción de la felicidad’. Juntos recogieron caca de perros en el parque, mientras los demás dueños los miraban con curiosidad.
Un día, mientras hacían su tarea de limpieza, conocieron a una niña llamada Sofía, que tenía un hermoso perrito llamado Rocky.
"¿Por qué están haciendo eso?" - preguntó Sofía, señalando las bolsas llenas de caca.
"Para que el parque esté limpio y todos podamos disfrutarlo sin problemas" - respondió Lucas.
"¿Puedo ayudar?" - preguntó Sofía emocionada. Lucas y Tomás se miraron sorprendidos, pero contentos de tener más ayuda.
En los días siguientes, más y más niños se unieron a Lucas, Tomás y Sofía. Crearon un equipo llamado "Los Recolectores de Caca"; y decidieron que también recogerían basura del parque. Todo empezó a cambiar. El parque comenzó a verse más limpio y las familias más contentas.
Pero un día, cuando estaban recolectando, se dieron cuenta de que uno de los papás, que siempre se quejaba de los perros y su caca, había dejado una gran bolsa de basura cerca de los juegos.
"¡Miren eso!" - exclamó Tomás. "¡Eso es más asqueroso que la caca de perro!"
Lucas pensó un momento.
"Quizás deberíamos hablar con él directamente. Si estamos tratando de hacer del parque un lugar limpio, también podemos sugerirle que lleve su basura a su casa" - dijo Lucas con determinación.
Juntos se acercaron al papá.
"Disculpe, señor, pero notamos que dejó su basura aquí. Sería genial si pudiera llevarla a casa" - dijo Lucas.
El papá se sorprendió, pero luego se dio cuenta de que tenían razón.
"Tienen razón, chicos. No pensé en eso. A veces, es fácil olvidar nuestra parte en mantener el parque limpio. Agradezco que me lo hayan mencionado" - dijo con una sonrisa.
El papá decidió unirse a los Recolectores de Caca y ayudó a organizar un evento en el barrio para limpiar el parque. Ese día, además de recoger basura, organizaron un picnic para celebrar lo que habían logrado.
Desde entonces, el parque se convirtió en un lugar de encuentro para todos los vecinos. Lucas se dio cuenta de que algo que al principio le parecía asqueroso podía ser una gran oportunidad para unir a las personas y hacer que cuidaran su comunidad.
Lucas, Tomás, Sofía y Pipo, el perro, se convirtieron en héroes del barrio, y todos aprendieron una valiosa lección sobre el respeto y el cuidado por el lugar que compartían. Y así, el parque no solo se limpió, sino que también se llenó de risas, juegos y hermosos momentos.
Así fue como un día, al recoger la caca de Pipo, Lucas encontró una manera de hacer del mundo un lugar mejor, un pequeño paso a la vez.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.