El Gran Recreo de la Escuela Arcoíris
En la Escuela Arcoíris, todos los días comenzaban con una gran alegría. Los niños llegaban a la escuela con sonrisas en sus rostros, listos para aprender y jugar. Su maestro, el Profesor Pinto, siempre estaba preparado con sorpresas y juegos. Pero había algo especial en el aire ese día. Una gran calidez y paz envolvían el lugar.
Una de las cosas que más esperaban los chicos era el recreo. Durante el recreo, podían correr, jugar y disfrutar de la naturaleza. Pero un día, mientras todos estaban ocupados en el patio, se dieron cuenta de que Juan, un niño muy tímido, estaba sentado bajo un árbol, dormido.
"¿Qué le pasa a Juan?", se preguntó Lucía, una niña que siempre estaba llena de energía.
"No sé, nunca lo había visto dormido en el recreo", respondió Martín, mientras se acercaba a Juan.
El grupo de amigos decidió que era hora de ayudar. Lucía se agachó cerca de Juan y le dijo:
"¡Juan! ¡Despertate! ¡Es hora de jugar!"
Juan parpadeó varias veces y luego sonrió tímidamente.
"Perdón, es que anoche me quedé despierto hasta tarde haciendo la tarea...".
Los chicos se miraron y sintieron que debían hacer algo. No solo para despertar a Juan, sino para asegurarse de que todos disfrutaran de ese hermoso día.
"Decidamos hacer un juego especial para que todos se sumen", sugirió Martín.
Así, los niños se reunieron y comenzaron a planificar el gran juego del recreo. Se organizó una carrera de relevos con obstáculos, donde cada niño tendría un rol especial.
"Yo seré el cronista del juego", exclamó Lucía entusiasmadísima.
"Y yo seré el que pase la posta más rápido", agregó Martín.
"Yo ayudaré a Juan. ¡Él será nuestro gran corredor final!", dijo Sofía, sonriendo.
Mientras se preparaban, Juan observaba con gratitud. Sin embargo, se dio cuenta de algo más importante:
"Chicos, ¿podemos incluir a otros amigos que suelen quedarse sentados?".
Martín sorprendió a sus amigos, preguntando:
"¿Son los que siempre se quedan en la sombra del árbol?".
"Sí, ellos también merecen jugar y divertirse", respondió Juan, seguro de su idea.
Entonces el grupo decidió ir a invitar a esos amigos que estaban sentados. Con mucha alegría, se acercaron y les dijeron:
"¡Vengan! ¡Hoy tenemos un juego increíble para todos! ¡Los invitamos a participar!".
Al principio, esos chicos estaban un poco dudosos. Uno de ellos, Tomasito, dijo:
"Pero...no sé si puedo correr bien...".
Juan, recordando cómo él también había dudado antes, le respondió:
"¡No importa! Todos pueden ser parte del equipo y ayudarnos en diferentes maneras. No se trata solo de correr, sino de divertirnos juntos".
Así fue como poco a poco los otros chicos se unieron entusiasmados por la propuesta. El gran recreo comenzó y los risas llenaban el aire. Todos corrían, gritaban y jugaban, y la paz que sentían era contagiosa. Juan, al final, con su gran energía, corrió y pasó la posta con mucho entusiasmo.
"¡Lo hicimos! ¡Gerundio!", gritó Martín, mientras entrelazaban sus manos para celebrar el triunfo.
Ese día, los niños no solo jugaron, sino que también aprendieron que la verdadera alegría está en compartir, incluir y cuidar a los demás. Al finalizar el día, el Profesor Pinto se acercó al grupo:
"Estoy muy orgulloso de ustedes. No solo ganaron un juego, sino que crearon un ambiente de paz e inclusión. Así es como debemos ser siempre, y lo más importante, ¡disfruten de su tiempo juntos!".
Y así, el Gran Recreo de la Escuela Arcoíris se convirtió en una tradición. Cada vez que veían a alguien sentado o dormido, se acercaban y los invitaban al juego. La magia de la inclusión y la felicidad reinó en la escuela por siempre.
Los niños aprendieron que hacer felices a los demás les llenaba el corazón, y siempre recordarán aquel gran recreo que unió a todos en un mismo juego, llenándolos de alegría y amistad.
FIN.