El Gran Recreo de la Escuela Escondida
Era un día soleado en la Escuela Escondida. Todos los chicos y chicas esperaban con ansias el momento de salir al recreo. La maestra Marta, siempre atenta, les recordaba que debían cuidar el lugar y no ensuciar. Pero eso no parecía importarle a Juanito, quien era un poco travieso.
"¡Vamos a correr!", gritó Juanito, emocionado.
"Sí, pero hay que tener cuidado y no romper nada", le advirtió su amiga Sofía.
Cuando sonó la campana, todos los niños salieron disparados hacia el patio. Juanito, decidido a ser el más rápido, empezó a correr, mientras que los demás lo seguían. Sin embargo, no se dieron cuenta de que el suelo estaba un poco húmedo por el rocío de la mañana.
"¡Cuidado!", gritó Sofía, pero ya era demasiado tarde. Juanito resbaló y cayó, manchándose toda la ropa con barro.
"¡Ay no, voy a estar sucio para la clase de plástica!", se lamentó Juanito, mientras los demás se reían.
Pero en lugar de enojarse, Juanito se levantó y empezó a reírse también.
"¡Es solo barro!", dijo.
"¿Quieren hacer una guerra de barro?"
Los demás lo miraron sorprendidos, pero la idea era tan divertida que decidieron unirse. Sofía, aunque dudosa al principio, terminó por aceptar.
"Está bien, pero solo por un ratito y después ayudamos a limpiar!", dijo, mientras sonreía.
Así que todos comenzaron a lanzar barro de un lado a otro. Pronto, el patio se transformó en un verdadero campo de batalla. Las risas y los gritos de alegría llenaron el aire.
Pero, al poco rato, la maestra Marta salió al patio.
"¿Qué está pasando aquí?", preguntó con una mezcla de sorpresa y desaprobación.
"Nos estamos divirtiendo, señora!", respondió Juanito, todavía lleno de barro.
La maestra miró a los niños, y aunque en su mente debía regañarlos, no pudo evitar esbozar una sonrisa.
"Está bien, pero después de esto, todos tendrán que ayudar a limpiar. ¿De acuerdo?"
"¡Siii!", gritaron todos al unísono, entusiasmados por la idea de jugar un poco más.
Después de la guerra de barro, todos juntos fueron a buscar escobas y baldes para limpiar. Al principio fue un poco desordenado, pero con más risas y teamwork se dieron cuenta de que limpiar podría ser divertido si lo hacían juntos.
Ya al finalizar, la maestra les dijo:
"¿Ven? Siempre es importante cuidar nuestro lugar y, si nos equivocamos, hay que asumir la responsabilidad. ¡A veces, incluso se puede divertir uno mientras aprende!"
Juanito miró a sus amigos y sonrió.
"Prometemos nunca más manchar sin limpiar después", dijo.
Y así, esos niños de la Escuela Escondida aprendieron que la diversión y la responsabilidad pueden ir de la mano, y que siempre hay que cuidar el lugar donde juegan.
A partir de ese día, cada lunes hacían una limpieza del patio, y la maestra Marta los premiaba con una tarde de juegos en el barro, pero solo aquellos quienes prometieran también limpiar después. Así que, cada día, la Escuela Escondida se llenó de risas, barro y aprendieron que trabajar juntos es la mejor forma de pasarla bien.
Y así, la historia de la gran guerra de barro se convirtió en una tradición en la Escuela Escondida, uniendo a todos los chicos en el río de diversión y amistad.
FIN.