El Gran Regalo de Mateo



Era un hermoso día en el estanque de la ciudad. Las ranas croaban alegres y los peces nadaban despreocupados. Entre ellos, un pequeño sapo llamado Rufi miraba a su alrededor mientras pensaba en lo que quería hacer ese día.

-Rufi, ¿por qué no venís a jugar con nosotros? - le dijo una rana de color amarillo brillante.

-No sé, tengo algo en mente... - respondió Rufi con tristeza.

Rufi siempre había querido conocer el mundo más allá del estanque, pero había algo que lo detenía. Tenía miedo de decidir irse y dejar a sus amigos.

Esa tarde llegó Mateo, un niño del barrio que solía visitar el estanque y jugar con los animales. Era muy amigable y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

-Hola, Rufi. ¿Qué te pasa? - preguntó Mateo al ver la expresión del sapo.

-No puedo decidir si debo quedarme aquí o aventurarme más allá del estanque - confiesa Rufi, mientras sus ojos brillaban con incertidumbre.

-Mirá, Rufi, todos tenemos miedos, pero a veces hay que dar un pequeño paso hacia lo desconocido - le dijo Mateo.

-¿Pero y si no me gusta lo que encuentro? - preguntó el sapo.

-Entonces, siempre podés volver. ¿Qué tal si te regalo algo para que te sientas más valiente? - sugirió Mateo, sonriendo.

-¡Un regalo! ¿Qué sería? - Rufi se sintió emocionado.

Mateo se inclinó y sacó de su mochila un pequeño espejo de bolsillo. Era un regalo que había encontrado en el mercado poco antes.

-Esto es para que puedas verte y recordar lo valiente que sos, incluso cuando sientas miedo - explicó Mateo mientras le daba el regalo.

Rufi miró el espejo y vio su reflejo, una pequeña rana verde con grandes ojos curiosos. En ese momento, se sintió un poco más seguro.

-Está bien, me voy a aventurar un poco. Te prometo que volveré - anunció decidido.

Eso sí, primero Rufi decide hacer un recorrido por el estanque, despidiéndose de sus amigos. Se adentra en el bosque cercano, todo era nuevo y emocionante. Rufi saltó entre hojas y ramas, hasta que, de pronto, se encontró con un camino confuso.

-Uff, no sé qué camino tomar... - murmuró.

Miró el espejo y recordó las palabras de Mateo.

-Claro, tengo que decidir, y si no funciona, puedo regresar - pensó Rufi. Tomó una decisión y se lanzó hacia la derecha.

Mientras seguía su aventura, Rufi se encontró con otro sapo, más grande y de color azul.

-Hola, pequeño. ¿A dónde vas? - le preguntó el sapo.

-¡Hola! Estoy explorando más allá del estanque - contestó Rufi con entusiasmo.

-¿Y no tienes miedo de estar solo? - volvió a preguntar el sapo.

-Puedo sentir miedo, pero también puedo ser valiente - dijo Rufi, recordando el regalo de Mateo.

-Es más fácil si uno decide no rendirse.

El sapo azul sonrió sorprendido.

-¡Eso es! Eres más valiente de lo que piensas. ¿Te gustaría volver a nuestro estanque y hacer una fiesta con los amigos? - invitó.

Rufi se imaginó la diversión de una fiesta y sintió que su corazón palpitaría de emoción.

-¡Sí! Vamos - exclamó.

Y así, el pequeño Rufi nunca volvió solo. Llevó consigo un nuevo amigo y celebraron juntos con una fiesta maravillosa, donde todos compartieron risas y juegos.

Días después, Mateo regresó al estanque y encontró a Rufi en medio de la diversión. -

-¡Rufi! ¿Lo pasaste bien? - preguntó.

-¡Sí, y he hecho un gran amigo en el camino! Mirá, tengo la foto de nuestro día juntos en el espejo que me regalaste - dijo Rufi, sonriendo.

Mateo sonrió y, a partir de ese día, supo que Rufi había aprendido que con un poco de coraje, cualquier sapo podía decidir su propia aventura. Y lo más importante, a veces los mejores regalos son la confianza y la amistad.

Desde entonces, Rufi le contó a todos sus amigos sobre su gran día, y aunque podía sentir miedo, nunca dudó en tomar decisiones nuevas y emocionantes.

Así, fue como Rufi aprendido a ser valiente y a nunca olvidarse de mirar su reflejo, recordando que dentro de él había un pequeño gran aventurero.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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