El Gran Rehén del Balón
Era un soleado día en el parque de Villa Alegre, un lugar donde los niños jugaban y reían sin parar. Entre risas y juegos, dos niños, Tomás y Sofía, estaban organizando un emocionante partido de fútbol con su balón verde y brillante.
De repente, un perro marrón de orejas largas y pelaje suave, llamado Lucas, apareció de la nada. Lucas era un perro muy juguetón y travieso. A menudo se escapaba de casa para explorar el parque y hacer nuevos amigos. Ese día, al ver el balón verde, sintió que su corazón se llenaba de emoción.
"¡Mira, un perro!" - gritó Sofía, señalando a Lucas.
"¿Te imaginas si juega con nosotros?" - dijo Tomás, mirando al perro con curiosidad.
Antes de que pudieran reaccionar, Lucas corrió hacia ellos, saltando con alegría. El balón, que rodaba suavemente por el césped, fue su objetivo inmediato. Con un salto ágil, el perro atrapó el balón entre sus patas y comenzó a correr.
"¡Espera, perro!" - gritó Tomás, riendo y persiguiéndolo.
"¡Eso no se hace!" - agregó Sofía, tratando de alcanzarlo.
Lucas corría de un lado a otro, disfrutando de su travesura. A los niños les encantaba el juego. Comenzaron a reírse mientras corrían detrás de Lucas. Era un momento divertido, pero también un poco frustrante. Ellos querían jugar, ¡no que el perro se llevara su balón!
Sin embargo, Lucas, al ver cuán felices estaban los niños, tuvo una idea. Se detuvo de pronto, dejando caer el balón y moviendo su cola con fuerza.
"¿Por qué no jugamos juntos?" - ladró Lucas, aunque los niños no entendían las palabras, sí podían leer su energía juguetona.
Tomás y Sofía se acercaron al perro.
"¿Te gustaría jugar a la pelota, amigo?" - preguntó Sofía, con una sonrisa.
Lucas, emocionado, comenzó a correr de nuevo, esta vez esperando a que los niños lo siguieran. Tomás le lanzó el balón con suavidad, y Lucas, con un salto espectacular, lo atrapó al vuelo, provocando risas contagiosas.
El partido comenzó. Sofía, Tomás y Lucas se turnaban para jugar con el balón. Lucas era rápido, pero también muy inteligente. Cada vez que los niños intentaban hacer un gol, él se posicionaba estratégicamente para detener el balón, logrando que todos se divirtieran aún más.
Sin embargo, en medio del partido, Lucas notó algo. Un grupo de niños más pequeños estaba sentado en una banca del parque, observando con envidia. No podían jugar porque no tenían un balón para ellos. Con su gran corazón, Lucas decidió hacer algo al respecto.
Se acercó a los pequeños y, con un ladrido amistoso, pensó en cómo podría hacerlos sonreír. Con un pequeño empujón, llevó el balón hacia ellos. Al ver esto, Tomás y Sofía también se acercaron.
"¡No se preocupen!" - dijo Tomás. "Pueden jugar con nuestro balón también. ¡Es más divertido si jugamos todos juntos!"
"¡Sí! ¡Vengan a jugar!" - agregó Sofía, con una sonrisa radiante.
Los niños más pequeños se llenaron de alegría y empezaron a correr hacia ellos. Pronto, el parque se convirtió en un lugar lleno de risas y juegos, todos unidos en una gran partida de fútbol. Lucas el perro había hecho algo increíble: no sólo había jugado con Tomás y Sofía, sino que también había ayudado a hacer nuevos amigos.
Al final del día, todos estaban cansados pero felices. Lucas, satisfecho, también se echó a descansar. Había aprendido que compartir y jugar juntos era mucho más divertido que jugar solo.
Y así, el perro travieso se convirtió en el héroe del parque, enseñando a todos la importancia de la amistad y la inclusión. Un día cualquiera en Villa Alegre se había convertido en una aventura memorable llena de diversión, risas y amor.
Desde entonces, siempre que Lucas venía al parque, todos los niños, grandes y pequeños, lo saludaban con alegría y estaban listos para jugar juntos, siempre recordando que, a veces, compartir un balón puede unir a muchas corazones.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.