El Gran Rescate de Angelino y Antonio



Había una vez en un pequeño pueblo, dos grandes amigos llamados Angelino y Antonio. Ellos solían caminar por la ribera de un hermoso río donde crecían las coloridas flores de margarita. Era un día soleado y todo parecía perfecto.

- ¡Mirá cuántas margaritas hay hoy! - exclamó Angelino, agachándose para oler una de ellas.

- ¡Son hermosas! - respondió Antonio. - ¿Sabías que dicen que traen buena suerte?

- ¿En serio? Nunca lo había escuchado. - contestó Angelino, levantando la vista al río.

De repente, un movimiento entre los arbustos llamó su atención. Antes de que pudieran reaccionar, un astuto zorro salió disparado, llevando en su boca a una gallina que podría ser la de la granja cercana.

- ¡Eh! ¡Ese zorro se llevó a Doña Clotilde! - gritó Antonio angustiado.

Angelino, siempre audaz, se detuvo a pensar. - ¡No podemos dejar que se la lleve! ¡Debemos ayudarla! Pero... no sé cómo hacerlo.

- ¡Ya sé! - dijo Antonio mientras se sujetaba la barriguita. - Si conseguimos distraer al zorro, tal vez Doña Clotilde pueda escapar.

Los amigos comenzaron a idear un plan. Primero, Angelino corrió hacia el río y empezó a recoger algunos palitos y hojas secas.

- ¡Antonio! ¡Necesito que me ayudes a armar algo! - pidió mientras formaba un montón.

- ¿Qué estás haciendo? - preguntó Antonio, intrigado.

- ¡Vamos a hacer ruido! - dijo Angelino. - Con esta pajarera que estoy armando, podemos llamar la atención del zorro.

- ¡Genial! - exclamó Antonio. - ¡Yo puedo hacer ruido con mi voz!

Así fue como Antonio comenzó a imitar a diferentes animales del bosque: el canto de un pájaro, el rebuzno de un burro y hasta el rugido de un león. El zorro, confundido, dejó a Doña Clotilde un instante en el suelo mientras se fijaba de dónde venía todo el ruido.

- ¡Ahora! - gritó Angelino.

Los amigos corrieron hacia la gallina, pero mientras tanto, el zorro se dio cuenta de que lo habían engañado. En un giro repentino, se lanzó hacia ellos.

- ¡Cuidado! - gritó Antonio. - ¡Rápido, subí al árbol!

Ambos amigos treparon rápidamente al árbol cercano. Desde lo alto, vieron cómo el zorro intentaba alcanzar a la gallina nuevamente, pero la pobre Doña Clotilde había aprovechado el momento y empezó a correr hacia la granja.

- ¡Lo logró! - celebró Angelino. - ¡Salvó su pellejo!

- ¡Todo gracias a nuestra idea! - dijo Antonio orgulloso.

Cuando el zorro se dio cuenta de su fracaso, se tumbó a descansar bajo un árbol, frustrado, sin mucha intención de seguir persiguiendo a la gallina.

- Creo que deberíamos volver a la granja y contarles lo que pasó. - sugirió Angelino.

- Sí, pero también aprendimos una importante lección. A veces, para ayudar a alguien, hay que trabajar en equipo y pensar con rapidez. - reflexionó Antonio.

Los dos amigos volvieron felices, disfrutando de las margaritas a su alrededor, sintiéndose héroes sin capa. Desde entonces, se volvieron conocidos en el pueblo como los valientes salvadores de Doña Clotilde, y administraron una pequeña clase de estrategias de trabajo en equipo a sus compañeros. Todos aprendieron a que juntos podían enfrentar cualquier desafío, siempre con ingenio y amistad.

Y así, Angelino y Antonio vivieron muchas más aventuras, pero esa primera experiencia siempre quedaría en sus corazones como el gran día en que decidieron actuar y aunar fuerzas por el bien de otro ser. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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