El gran rescate de la selva



Era un día soleado cuando Alan, Rex y Jessi decidieron explorar la misteriosa selva cercana a su pueblo. Con mochilas llenas de provisiones y un mapa en mano, se adentraron en la vegetación exuberante, emocionados por la aventura que les esperaba.

"¡Miren este lugar! Es como un cuento de hadas" - exclamó Jessi, maravillada con los colores de las flores.

"Y escuchar el canto de los pájaros es increíble" - añadió Rex, mientras observaba a un loro que volaba de árbol en árbol.

Pasaron horas explorando, descubriendo nuevas plantas y animales. Pero, de repente, mientras intentaban encontrar el camino de regreso, se dieron cuenta de que eran completamente incapaces de orientarse.

"¿Dónde estamos?" - dijo Alan, preocupado al mirar a su alrededor.

"No sé... creo que deberíamos seguir el arroyo. Siempre lleva a algún lugar" - sugirió Jessi, tratando de mantener la calma.

"Está bien, vamos entonces" - dijo Rex, decidido.

Caminando a lo largo del arroyo, comenzaron a notar que el sol se ponía y la oscuridad de la selva se cernía sobre ellos.

"Esto no me gusta nada" - murmuró Alan, sintiendo un nudo en su estómago.

"No te preocupes. ¡Nos vamos a encontrar!" - dijo Jessi, confiando en su ingenio.

Poco después, encontraron una pequeña cueva. Decidieron refugiarse allí hasta que amaneciera y pudieran buscar el camino a casa. En la cueva, su conversación fue interrumpida por un curioso sonido.

"¿Escucharon eso?" - preguntó Rex, con la mirada fija en la oscuridad de la entrada.

"Sí, ¿qué será?" - respondió Alan, asustado.

De repente, un pequeño zorro asomó su cabezita. Era juguetón y parecía más curioso que amenazante.

"¡Hola, amigo!" - dijo Jessi, acercándose con cuidado.

El zorro se acercó y jugueteó con ellos. Después de un rato, los chicos se sintieron mucho más tranquilos y miraron al zorro como si fuese un amigo.

"¿Esto significa que estamos a salvo?" - preguntó Rex, sonriendo.

"Tal vez, el zorro conoce el camino" - sugirió Alan, observando cómo el animal danzaba alrededor de ellos.

Cuando el sol amaneció, decidieron seguir al zorro. Curiosamente, él parecía saber a dónde ir, llevándolos por senderos ocultos y evitando la espesa vegetación.

"¡Es un guía!" - rió Jessi, divertida.

Después de caminar un rato, llegaron a un claro. Del otro lado, podían verlo: el pueblo. El zorro se detuvo y miró a los chicos.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Alan, sintiendo una mezcla de felicidad y tristeza.

"Podemos despedirnos. Hicimos un gran viaje. ¡Gracias, amigo!" - exclamó Jessi, conmovida.

El zorro se despidió con un suave ladrido y se adentró en la selva.

"Nunca voy a olvidar esta aventura" - dijo Rex, ya sintiendo el olor familiar del pueblo.

Cada uno de ellos se sintió más valiente y unido después de aquella experiencia.

De regreso en el pueblo, contaron su historia a todos y se volvieron los héroes de la tarde. Comprendieron la importancia de trabajar juntos y nunca perder la esperanza, incluso en los momentos más difíciles.

Y así, Alan, Rex y Jessi nunca olvidaron su aventura en la selva, ni al pequeño zorro que los llevó a casa. Desde entonces, exploraron más bajo el sol, pero siempre sin olvidar lo que aprendieron: en la amistad y el trabajo en equipo, siempre hay una forma de salir adelante.

FIN.

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