El Gran Robo de la Selva
En la selva de Misanga, todos los animales estaban emocionados. Habían creado un banco, un lugar especial donde podían ahorrar sus hojas, frutos secos y semillas. El banco fue fundado por un sagaz loro llamado Don Pío, quien había tenido la brillante idea de ayudar a los demás a administrar sus bienes.
Un día, mientras Don Pío explicaba a los animales cómo funcionaba el banco, se acercó un tímido armadillo llamado Tino:
"Pero, a veces no tengo suficientes semillas para depositar. ¿Cómo puedo ahorrar?"
"No te preocupes, Tino. Aquí también damos préstamos. Puedes pedirnos ayuda y luego devolver lo que tomes. Así podrás ahorrar también", le respondió Don Pío con una sonrisa.
Los días pasaban y la selva prosperaba. Todos los animales participaban de la economía del banco. Sin embargo, un grupo de avispas traviesas llamado Las Vagas, que al principio estaban celosas de la prosperidad del banco, decidieron hacer algo al respecto. Un día, mientras los bancarios estaban de feriado, Las Vagas tramaron un plan para robar el banco.
"Hoy es el día perfecto. Todos están de festejo y no habrá nadie que nos detenga", dijo la líder de las avispas, Avispa Azul.
Mientras tanto, Don Pío y los demás animales celebraban en un claro del bosque. Risas y bailes llenaban el aire. Todo parecía perfecto hasta que…. ¡una sombra oscura cubrió el sol!"¿Qué está pasando?", preguntó Tino con miedo.
"¡Las Vagas están robando el banco!", gritó una pequeña rana llamada Rani, que avistó el desastre desde su charquito.
Al escuchar esto, Don Pío dejó de bailar de inmediato.
"¡Rápido! Necesitamos proteger el banco!"
Los animales, en lugar de quedarse paralizados por el miedo, se unieron rápidamente. Rani, el pequeño sapo, utilizó su canto fuerte para llamar a todos.
"¡Amigos, la selva es nuestra! No dejemos que nos quiten lo que hemos trabajado duro para conseguir!"
La mayoría de los animales armó un plan. Mientras algunos se movieron rápidamente hacia el banco, otros comenzaron a hacer ruido y a organizar distracciones entre los arbustos para que las avispas no se enteraran de lo que estaba sucediendo.
Al llegar al banco, Don Pío se encontró con las Vagas cargando semillas y frutos hacia su colmena.
"¡Deténganse! ¡Eso no les pertenece!" exclamó Don Pío, intentando ser valiente.
"¿Y quién nos detendrá, eh?" cuestionó Avispa Azul con desdén.
Entonces, uno por uno, los animales que llegaban comenzaron a hacer ruido y a formar una barrera. Con el rugido de Atila, el tigre, y el fuerte ladrido de Firulais, el perro, lograron asustar a las avispas.
"¡Ya no tienen salida!" dijo Atila con voz profunda.
Las Vagas, sintiendo que la situación se descontrolaba, comenzaron a retroceder.
"¡Volvamos! ¡Esto no fue lo que planeamos!" gritó Avispa Azul, y rápidamente volaron hacia su colmena, dejando caer las semillas y frutos en el camino.
Los animales recogieron lo que habían perdido y regresaron al banco. Don Pío, lleno de orgullo, miró a su comunidad.
"Hoy nos dimos cuenta de que trabajando juntos, podemos proteger lo que es valioso para nosotros. Cada semilla y fruto que compartimos es parte de nuestro esfuerzo colectivo."
A partir de ese día, no solo aprendieron a ahorrar y pedir préstamos, sino también a cuidarse unos a otros y a valorar lo que habían construido juntos. Y siempre que se acercaba un feriado, Don Pío recordaba a su comunidad que mantenerse unidos era la mejor forma de proteger su hogar.
Y así, la selva de Misanga siguió creciendo en amistad y armonía, con el lazo de confianza que había florecido entre todos sus habitantes.
FIN.