El Gran Salón del Castillo
En un reino lejano, donde los castillos se alzaban orgullosos sobre colinas verdes, vivía un joven arquitecto llamado Guillaume. Desde pequeño, Guillaume había soñado con construir un gran salón en el majestuoso castillo que se erguía en el centro de la aldea. Pero no era un salón cualquiera. Él quería diseñarlo para que demostrara el equilibrio perfecto entre la funcionalidad y la estética en las viviendas medievales.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Guillaume encontró un viejo libro de arquitectura. En él, brillaban los diseños de las grandes catedrales, pero lo que más le llamó la atención fueron las hermosas bóvedas de cañón que semejaran las olas del mar. Al mirar esas imágenes, comenzó a imaginar su propio salón: un lugar donde todos pudieran reunirse, reír y disfrutar de la compañía del otro.
"¡Voy a crear el salón más grandioso de todos!", exclamó Guillaume emocionado.
Días y noches pasaron mientras Guillaume garabateaba sus ideas. Finalmente, decidió que el gran salón tendría una bóveda de cañón que lo iluminaría todo con una luz misteriosa, y sería simétrico, facilitando la circulación y el movimiento. Pero tenía un problema: necesitaba materiales?"¡No sé cómo conseguir suficientes piedras para construir mi salón!", dijo con un suspiro.
Fue en ese momento en que conoció a un anciano llamado Bernard, quien pasaba su tiempo recolectando piedras y madera por el bosque. Cuando Bernard escuchó sobre el sueño de Guillaume, sonrió y le dijo:
"Si juntamos nuestras fuerzas, te ayudaré a conseguir lo que necesites. Las piedras están por todos lados, pero debemos tener cuidado de no arruinar la belleza del lugar."
Guillaume se sintió agradecido y juntos comenzaron a trabajar. Con el tiempo, se unieron más aldeanos, cada uno aportando su habilidad especial: unos traían materiales, otros ayudaban a construir, mientras algunos ofrecían comida y entretenimiento.
Estaban progresando bien, pero justo cuando estaban a punto de colocar la última piedra, una tormenta feroz se desató sobre el castillo. Todos se alarmaron, pensando que su sueño se desmoronaría junto con el piso empapado.
"No podemos rendirnos ahora", dijo Guillaume con determinación. "Este salón no es solo mío, es de todos nosotros. avanzaré con la construcción".
Los aldeanos se unieron aún más, trayendo tarimas para proteger lo que habían construido. La tormenta pasó, y no solo habían salvado la obra, sino que también se unieron más como comunidad.
Después de días de trabajo y colaboración, llegó el gran día de la inauguración. Todos estaban emocionados; se habían esforzado tanto para hacer realidad el sueño de Guillaume. Al entrar al gran salón, quedaron maravillados. La bóveda de cañón brillaba con la luz del sol, proyectando patrones danzantes en las paredes.
"Es increíble", murmuró una niña.
"¡Es el lugar más hermoso que he visto!", exclamó un niño correteando por el suelo.
La felicidad se desbordó. Y en medio de todo, Bernard se acercó y dijo:
"Guillaume, has mostrado que la funcionalidad y la estética pueden vivir juntas. Este salón no solo es hermoso, sino que también une a nuestra comunidad."
Guillaume sonrió, sintiéndose realizado. Había aprendido que un sueño se construye mejor en compañía, y que cada piedra colocada tenía un valore especial, no solo por el diseño, sino por la historia que contaba. El gran salón se convirtió en un símbolo de unión y creatividad.
Desde entonces, el gran salón fue el lugar donde se celebraban fiestas, bailes e historias compartidas. Y cada vez que la comunidad se reunía allí, recordaban que la verdadera belleza reside en la colaboración y el amor que comparten.
Así, Guillaume no solo construyó un salón, sino que creó un hogar para todos, demostrando que la arquitectura puede ser un puente para la felicidad. Y cada vez que él miraba hacia su creación, sabía que había logrado su objetivo de equilibrio entre la funcionalidad y la estética.
FIN.