El Gran Salón y los Cuatro Extraños
Era una tarde soleada cuando cuatro amigos, Tomás, Lucia, Pedro y Ana, llegaron a un viejo castillo. Una leyenda hablaba de un "Gran Salón" que contenía maravillas y secretos mágicos. Cada uno de ellos provenía de un lugar distinto y había sido atraído por el deseo de aventuras.
"¡Miren!", dijo Tomás señalando la puerta dorada. "¡Es el Gran Salón!".
"No podemos quedarnos mirando. ¡Entremos!", exclamó Lucia llena de emoción.
Al cruzar el umbral, quedaron deslumbrados. El salón era inmenso, con paredes forradas de espejos y candelabros brillando encima de ellos. En el centro había un gran cofre dorado.
"¿Qué habrá adentro?", preguntó Pedro intrigado.
"¡Vamos a averiguarlo!", dijo Ana emocionada. Al abrir el cofre, no encontraron tesoros, sino pergaminos llenos de misteriosos acertijos.
"Esto no es lo que esperaba", murmuro Lucia.
"Pero ¡es una aventura!", respondió Tomás. "¡Vamos a resolvérlos juntos!".
Cada acertijo era más complicado que el anterior, pero a medida que trabajaban en equipo, se dieron cuenta de que sus diferencias los hacían más fuertes. Pedro, que era bueno con los números, encontró la solución a un acertijo sobre cantidades, mientras que Ana, que amaba contar historias, ayudó a conectar pistas de otros.
"¡Eso es! Así aparece el siguiente acertijo!", gritó Ana.
Mientras se adentraban más en los retos, un giro inesperado ocurrió. Los espejos comenzaron a brillar y a reflejar caricaturas de ellos, pero en versiones chistosas, como si los estuvieran criticando.
"¿Qué significa esto?", preguntó Lucia confundida.
"Talentoso en su forma, pero torpe con las palabras", se burló una de las imágenes.
"No dejen que eso los desanime", dijo Pedro. "¡Es un reto más!".
Los amigos decidieron sonreír y continuar. Cada uno usó su talento, despejando cada mirada burlona con ingenio y buenos argumentos.
Un último acertijo los llevó a la cima del Gran Salón. Allí, una voz misteriosa dijo:
"¿Qué es lo más valioso de todos ustedes?".
"¡La amistad!", gritaron al unísono.
Los espejos estallaron en luces brillantes y el Gran Salón comenzó a temblar. Las imágenes se volvieron en su favor, recibiéndolos finalmente con aplausos.
En ese momento, el cofre se llenó de objetos mágicos, pero no eran joyas, sino herramientas que representaban su unión: lapiceras, pinceles, libros y más.
"Ésto es increíble", exclamó Lucia. "Son claves para crear juntos".
"¡Vamos a hacer el mejor proyecto!", propuso Ana.
Entonces, cada uno empezó a utilizar lo que habían obtenido. Tomás comenzó a escribir una historia, Lucia dibujaba personajes, Pedro calculaba formas para hacer un juego, y Ana narraba todo.
Cuando finalmente salieron del Gran Salón, sabían que el verdadero tesoro no eran los objetos mágicos, sino la amistad y el trabajo en equipo.
"Recuerden, chicos, las aventuras son más bonitas cuando las compartimos", sonrió Lucia.
Y así, los cuatro amigos decidieron que cada vez que se encontraran, harían algo juntos, y así, el Gran Salón se convirtió en su lugar especial de encuentro, lleno de risas, ideas y sueños. Cada año, regresaban a aquel increíble castillo, donde sabían que, juntos, había magia por descubrir.
Desde aquel día, nunca dejaron de explorar, crear y aprender, siempre recordando que el mayor tesoro lo llevaban en su interior: la amistad y la capacidad de trabajar en equipo.
FIN.