El gran salto de Julieta




Julieta era una niña de 11 años llena de energía y entusiasmo. Su pasión era la gimnasia deportiva, y cada vez que entraba al gimnasio, su rostro se iluminaba de emoción. Se esforzaba al máximo en cada ejercicio, siempre con una sonrisa en su rostro. En cada salto, en cada pirueta, Julieta irradiaba alegría y concentración. Sus amigas de gimnasia la admiraban por su talento y su espíritu optimista.

Cada tarde, al regresar a casa, Julieta se encontraba con su mamá, quien la recibía con un cálido abrazo y le decía: -¡Hermosa de mamá!

Julieta, con sus ojos brillantes, le respondía: -¡Hermosa de July!

Un día, su entrenadora les anunció que se acercaba una importante competencia de gimnasia. Julieta estaba emocionada, aunque también sentía mariposas en el estómago. Sabía que debía prepararse más que nunca, así que se esforzó al máximo en cada entrenamiento. Sin embargo, cuando llegaba a casa, a veces dudaba de si sería capaz de hacerlo bien en la competencia.

Su mamá notó su preocupación y le dijo con cariño: -Hermosa de mamá, recuerda que lo importante es hacer lo mejor que puedas y disfrutar cada momento. No importa si ganas o pierdes, lo valioso es tu esfuerzo y tu pasión por la gimnasia.

Julieta asintió con una sonrisa, agradeciendo las palabras de su mamá. Decidió enfocarse en disfrutar del proceso y dar lo mejor de sí misma.

Llegó el día de la competencia, y Julieta se sentía nerviosa pero lista. Mientras realizaba sus ejercicios, recordó las palabras de su mamá: hacer lo mejor que pudiera y disfrutar cada momento. Con esa idea en mente, ejecutó cada salto y cada pirueta con determinación y alegría. Al finalizar su rutina, el público aplaudió con entusiasmo.

Cuando llegó la hora de los resultados, Julieta estaba ansiosa pero tranquila. Finalmente, se anunció que había obtenido el primer lugar en su categoría. La emoción invadió su corazón, pero lo más importante para ella fue haber disfrutado cada momento y haber dado lo mejor de sí misma.

Desde ese día, Julieta se dio cuenta de que el verdadero triunfo no siempre se mide en medallas, sino en el amor y dedicación que pones en aquello que te apasiona. Y así, con el apoyo de su mamá y el recuerdo de cada sonrisa en el gimnasio, Julieta siguió saltando hacia sus sueños con valentía y alegría.

FIN.

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