El Gran Salto de Martín
Era un soleado día en el pequeño pueblo de Villa Alegre. Martín, un chico de diez años, estaba muy emocionado porque ese día iba a participar en el torneo de atletismo de la escuela. Tenía una gran pasión por los deportes, pero había algo en lo que realmente quería destacarse: el salto en largo.
Martín había estado practicando durante semanas. Su entrenador, el señor López, era un exatleta que había competido a nivel profesional. Siempre decía: "El salto en largo no solo es una cuestión de fuerza, también necesitas técnica y mucha determinación". Martín lo escuchaba atentamente, anotando cada consejo.
Sin embargo, había un problema. En su último entrenamiento, Martín no había podido superar su propio récord. Cada vez que saltaba, aterrizaba casi en la misma marca. Se sentía frustrado.
"¿Qué está mal en mí?" -pensó Martín mientras caminaba hacia el campo de atletismo en la mañana del torneo. Su mejor amigo, Tomás, lo acompañaba y notó que algo lo preocupaba.
"¿Todo bien, Martín?" -preguntó Tomás.
"No sé si voy a poder lograrlo. ¡No he podido saltar más lejos en los entrenamientos!" -respondió Martín, mirando al suelo en señal de desánimo.
"Cada salto es una oportunidad para mejorar. No te rindas, dale lo mejor y diviértete. ¡Es solo un torneo!" -dijo Tomás, tratando de animarlo.
Martín respiró hondo y decidió que daría lo mejor de sí. Al llegar al campo, los otros competidores también estaban nerviosos; algunos hacían ejercicios de calentamiento y otros se concentraban en sus saltos.
Cuando llegó su turno, Martín pudo ver que el público aplaudía a sus amigos y compañeros. De repente, sintió que la adrenalina lo invadía. Se acercó a la pista y recordó todo lo que el señor López le había enseñado. "Concéntrate, Martín. Corre con fuerza y salta como si volaras".
Martín comenzó a correr. Las zapatillas parecían estar pegadas al suelo al principio, pero a medida que aceleraba, la confianza empezó a llenar su corazón. Recordó cómo había practicado su técnica de despegue.
En el último momento, saltó con todas sus fuerzas. Sintió el viento en su cara, su cuerpo se levantó del suelo y por un instante, pensó que volaba. "¡Este será el mejor salto!" -gritó en su interior.
Aterrizó sobre la arena acolchada y cuando miró hacia adelante, vio que había saltado más lejos que nunca. Todos aplaudieron.
"¡Genial, Martín!" -gritó Tomás desde la tribuna mientras el señor López sonreía con orgullo.
Sin embargo, había un detalle que Martín no había visto. A su lado, Diego, un nuevo chico en la escuela y también competidor, se había asustado antes de saltar, y había quedado estancado en su propio récord.
Martín, al ver que Diego parecía perdido, se acercó a él y le dijo: "No te desanimes, a veces sólo necesitamos un empujón para dar el gran salto. ¿Qué te parece si entrenamos juntos?".
Diego, sorprendido por la amabilidad de Martín, sonrió y respondió: "¡Claro! Nunca pensé en hacerlo con un amigo. Tal vez, así pueda saltar más lejos también".
Martín, motivado por la idea de ayudar a Diego, decidió que el salto en largo no solo era un logro personal, sino también una oportunidad para compartir y aprender juntos. Y así lo hicieron, creando un grupo de salto en largo en donde ayudaban a los demás, compartían consejos y se reían de los errores.
El campeonato terminó y Martín no ganó la medalla, pero estaba feliz de haber hecho un nuevo amigo. "A veces, los grandes saltos no son solo los que se hacen en la pista, sino los que hacemos en el corazón," pensó mientras veía a sus compañeros sonriendo y disfrutando juntos.
Desde ese día, Martín y Diego se volvieron inseparables y juntos aprendieron que el verdadero triunfo está en la amistad y el trabajo en equipo. Y claro, también siguieron mejorando en el salto en largo, ¡porque nunca dejó de ser un gran desafío!
Así, Martín descubrió que con perseverancia, apoyo y buena onda, siempre se puede llegar más lejos, tanto en el deporte como en la vida.
FIN.