El Gran Salto de Max



En la vibrante ciudad de Buenos Aires, un perro callejero llamado Max pasaba sus días buscando algo de comida y un lugar cálido donde dormir. Con su pelaje rizado y unos ojos brillantes que reflejaban la esperanza, Max siempre soñaba con encontrar una familia que lo quisiera.

Un día, mientras exploraba un mercado cercano en busca de algo para comer, se topó con una niña que lo miraba con ternura. Era Sofía, una niña de diez años que vivía en un penthouse con sus padres. A pesar de que ellos no veían con buenos ojos a los perros, Sofía sentía un amor inmenso por los animales.

"¡Hola, perrito! ¿Te llamás Max?" - dijo Sofía, encantada al descubrir que el perro llevase un pequeño collar con su nombre.

Max movió su cola en señal de alegría.

"¡Soy Sofía!" - continuó. "No te preocupes, te voy a ayudar. ¡No estás solo!"

Ese día, Sofía decidió que Max se merecía una oportunidad. Tomando un bocadillo de su almuerzo, le dio un pedazo de su tortita de dulce de leche, lo que hizo que el perro se sintiera feliz y amado por primera vez en mucho tiempo.

Al regresar a su casa, Sofía sabía que debía ser cuidadosa. Sus padres no querían un perro, así que tuvo que idear un plan. Esa noche, Sofía pensó que podía esconder a Max en el sótano del edificio y encargarse de él en secreto. Mientras tanto, Max se acomodó en una manta que Sofía había llevado.

Los días pasaron y, cada vez que podía, Sofía se escapaba a visitar a Max. Sin embargo, el perro comenzó a extrañar la luz del sol y correr libremente por las calles. Un día, mientras estaba con ella, Max abrió la puerta del sótano y salió corriendo.

"¡Max! ¡Vuelve!" - gritó Sofía, preocupada.

Max, emocionado de volver a la libertad, corrió al parque. Allí hizo nuevos amigos, pero al final del día, extrañaba a Sofía. Sintiéndose perdido y solo, se sentó en una esquina y comenzó a ladrar. Sofía, sintiendo que algo no andaba bien, salió en su búsqueda.

Al encontrarlo, Sofía lo abrazó con fuerza.

"No podés escapar así, Max. Te necesito en mi vida. Pero entiendo que necesitas libertad también. ¿Qué vamos a hacer?"

Max lamió la cara de Sofía como si dijera "No te preocupes, siempre volveré". Después de un rato de pensar, Sofía tuvo una gran idea.

"Voy a hacer una presentación sobre la importancia de tener mascotas en las aulas. Si logro convencer a mis padres, quizás me dejen tener un perro. ¡Y seré responsable!"

Sofía se preparó durante días, dibujó carteles y se documentó sobre cómo cuidar a un perro. Cuando llegó el día de la presentación, se subió al escenario.

"Queridos padres y maestros, hoy estoy aquí para hablarles sobre por qué los animales son importantes en nuestras vidas. Max, mi nuevo amigo, me ha mostrado que los seres vivos merecen amor y cuidado" - comenzó Sofía, mientras mostraba fotos de ella y Max.

Los padres de Sofía, aunque escépticos al principio, no podían ignorar la pasión en sus palabras. Sofía terminó su discurso con una petición.

"Permítanme cuidar a Max. Prometo ser responsable y colaborar en todo lo que pueda. Él me necesita y yo lo necesito a él".

Tras escuchar la presentación, los padres de Sofía miraron al maestro, quien asintió con una sonrisa llena de orgullo. Finalmente, cuando terminó el evento, sus padres se acercaron a ella.

"Hija, entendemos lo importante que es el amor por los animales. Te daremos una oportunidad con Max, siempre que demuestres que puedes cuidarlo" - dijeron.

Sofía gritó de alegría y se abrazó a sus padres.

"¡Gracias, gracias! ¡Prometo que no los defraudaré!" - exclamó entusiasmada.

Así, Max llegó a su nuevo hogar, donde Sofía lo cuidaba con mucho amor. Aprendió que tener un perro es una gran responsabilidad, pero que ese amor vale la pena. Juntos compartieron aventuras y, por primera vez en mucho tiempo, Max sintió la calidez de un hogar.

Y así, de la mano, Sofía y Max descubrieron que no solo salvó a un perro, sino que también había encontrado un mejor amigo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!