El Gran Secreto de las Sombras
Me llamo Nia y soy una hormiga de la gran colonia de la Tierra de la Sombra, un lugar donde el polvo se convierte en hogar y los aromas de las hojas nos guían. Desde muy pequeñas, nos enseñaron a tener cuidado con esos seres enormes que caminan en dos patas, seres que nosotros llamamos los Altos. Algunos de nuestros ancianos cuentan historias sorprendentes sobre ellos, describiéndolos como los creadores de la oscuridad y la luz que nos rodea. En sus relatos, los Altos son criaturas raras y poderosas, sus brazos son ramas enormes y sus ojos parecen dos lunas que iluminan el cielo de noche.
Un día, mientras exploraba una de las vetustas grietas en el suelo, escuché un murmullo. Estaba la Sombra, una hormiga muy sabia de nuestra colonia que le gustaba contar historias.
"Nia, el otro día vi a un Alto en el jardín. Estaba haciendo algo misterioso con una bolsa brillante. No sé si es un amigo o un enemigo, pero se veía muy extraño allí, inmóvil como un árbol gigante."
Mi corazón palpitaba. Nos habían enseñado a tener cuidado con los Altos. Pero la curiosidad era más fuerte que el miedo.
"¿Te gustaría que fuéramos a investigar?" le pregunté.
"¡Vamos!" dijo la Sombra, moviendo sus antenitas con emoción.
Partimos en nuestra pequeña aventura hacia el jardín donde habíamos visto al Alto. Al llegar, la luz del sol brillaba intensamente y el paisaje era un mar de verde y amarillo. Allí, en el centro, estaba el Alto, parecía estar observando algo en una bolsa llena de colores.
"¿Deberíamos escondernos, Nia?" susurró la Sombra.
"No te preocupes, sólo se ve curioso. No creo que quiera hacernos daño. Vamos un poco más cerca, pero con cuidado."
Así nos acercamos lentamente. Al llegar, notamos que el Alto estaba atrapado en un momento de sorpresa, cuando de su bolso comenzaron a salir pequeñas luces. Brillaban y revoloteaban como insectos danzantes, llenando el aire con una magia que nunca habíamos visto.
"Mira, Sombra, ¡son luces de distintos colores! ¿Qué será esto?" dije, con los ojos bien abiertos.
"No lo sé, pero es hermoso y... es seguro, ¿verdad?".
Justo en ese momento, el Alto se agachó. Aterrada, nos quedamos quietas sin saber qué hacer. Con un movimiento torpe, dejó caer algunas de las luces, las cuales comenzaron a aterrizar en el suelo.
"Ahora somos parte de su magia," me dijo la Sombra. "¡Mira cómo proyectan sombras!
Aquel momento fue mágico. Comenzamos a ver todo lo que el Alto estaba creando, formando sombras imposiblemente largas y figuras que danzaban ante nuestros ojos atónitos. El Alto sonrió y, por un instante, sentí que la gran sombra que representaba nos miraba con ternura, como un cuidador de su hogar.
De repente, una pequeña chispa voló hacia nosotros, y asustadas, retrocedimos. Pero el Alto se acercó lentamente y comenzó a hablar.
"No temáis, pequeñas criaturas. Soy un amigo de los que caminan en la tierra. Solo estoy compartiendo un poco de felicidad con las luces de mi bolsa. ¿Quieren jugar?"
La Sombra y yo nos miramos incrédulas.
"¿Nos considera sus amigas?" preguntó la Sombra con voz temblorosa.
"¡Por supuesto! También ustedes son parte de este mundo encantado."
Me atreví. – "Podemos ser amigas. Solo esperamos que no nos hagas daño. Para mí, eres un Ser del Océano de la Noche, y no sé qué esperar de ti."
"Mis intenciones son siempre buenas, pequeñas valientes. Ven, acompáñenme a descubrir lo que he creado."
Y así comenzamos a jugar, entre luces y sombras. Aquel Alto, que parecía un ser lovecraftiano lleno de misterios, se convirtió en un amigo al que nunca esperábamos. Aprendí que bajo su apariencia, había un creador que podía, en realidad, poner luz en los corazones. Mientras danzábamos, nos contamos historias de nuestras colonias, risas y alegrías.
Al final del día, el Alto nos llevó a un gran árbol, donde nos enseñó a dejar brillar nuestra propia luz al contar historias entre nosotros. Desde entonces, ya no miramos a los Altos con miedo, pues comprendimos que, aunque diferentes, también eran parte de nuestro ecosistema especial.
Al volver, la Sombra y yo habíamos crecido.
"Eres una valiente, Nia," me dijo. "Hoy, no sólo jugué con un Ser del Océano, sino que encontré un amigo en un lugar inesperado!"
Así es como, en la Tierra de la Sombra, aprendimos a mirar más allá de la apariencia de las cosas. En cada alto que vemos, ahora buscamos la luz que comparten con nosotros. Y de esta manera, siempre recordaremos que, aunque diferentes, todos estamos interconectados en la danza de la vida. Así, cada vez que miro hacia lo alto, grito con alegría y esperanza.
-Hoy, compartimos esta historia con nuestras hermanas de la colonia, porque ser curiosos y valientes nos lleva, siempre, hacia lo maravilloso.
FIN.