El Gran Sorteo de París



Había una vez en un mágico mundo lleno de coloridos paisajes y brillantes estrellas, un unicornio llamado Magdalena. Magdalena no era un unicornio cualquiera, tenía un cuerno resplandeciente que cambiaba de color según su estado de ánimo. Ella vivía en el reino de Arcoíris, donde los sueños de todos se hacían realidad.

Un día, Magdalena se enteró de un gran sorteo que iba a llevarse a cabo en París. El premio era un libro misterioso que contenía los secretos de la felicidad. "¡Debo conseguir ese libro!" -pensó Magdalena emocionada. Ella sabía que, al compartir estos secretos, podría ayudar a sus amigos a encontrar la alegría que tanto deseaban.

Con su brillante cuerno amarillo, Magdalena decidió partir hacia París. En el camino se encontró con sus amigos: una pequeña mariposa llamada Lila y un travieso conejito llamado Rocco. "¿A dónde vas, Magdalena?" -preguntó Lila.

"Voy a París a participar en un sorteo para ganar un libro que tiene secretos de felicidad. ¡Vengan conmigo!" -contestó.

"¡Sí, vamos!" -dijo Rocco saltando de emoción.

Así, los tres emprendieron su aventura. Cuando llegaron a París, quedaron maravillados con las luces y la arquitectura de la ciudad.

"¡Miren!" -exclamó Lila, señalando la Torre Eiffel. "Es aún más hermosa de lo que imaginaba."

"¿Dónde se llevará a cabo el sorteo?" -preguntó Rocco con curiosidad.

"¡Voy a buscar la información!" -se ofreció Magdalena.

Después de preguntar a los parisinos amigables, Magdalena descubrió que el sorteo se celebraría en el famoso jardín de Luxemburgo. "¡Vamos! Hay que apurarse, que podría perderse la oportunidad" -dijo, mientras los amigos corrían hacia el jardín.

Cuando llegaron, había una gran multitud de criaturas mágicas. Todos estaban ansiosos por participar. En el escenario, un ajedrez gigante mostró el premio. "¿Alguien tiene una historia especial que contar?" -preguntó el maestro de ceremonias.

Magdalena levantó su brillante cuerno. "¡Yo tengo una!" -gritó. El público se volvió hacia ella expectante. "Una vez, ayudé a un pajarito a volar, y aprendí que la felicidad se multiplica cuando la compartimos."

El maestro asintió, intrigado. "Eso es hermoso, pero habrá que decidir quién merece el libro. A veces, no se trata solo de contar una historia, sino de actuar y ayudar a los demás".

Poco después, el maestro de ceremonias presentó un giro. "Los participantes tendrán que ayudar a los demás en el jardín antes de que se declare al ganador. La felicidad de cada uno de ustedes contará en esta decisión.”

Magdalena y sus amigos se pusieron a trabajar. Rocco ayudó a una abuelita hada a encontrar su varita mágica que se había perdido. Lila ayudó a una niña a pintar un cuadro de flores mientras Magdalena utilizaba su cuerno brillante para guiar a unos pequeños duendes que se habían perdido.

Una vez que todos habían ayudado, el maestro de ceremonias volvió a subir al escenario. "Hoy hemos visto la verdadera esencia de la felicidad. La felicidad no se encuentra en libros, ni en premios, sino en lo que hacemos por los demás. Por eso, todos ustedes han ganado el libro de la felicidad!"

Todo el mundo celebró y Magdalena sintió que su corazón se llenaba de alegría. "¡Esto es increíble!" -dijo emocionada. "Hoy aprendí que compartir y ayudar a los demás nos hace aún más felices a nosotros mismos y a los que nos rodean."

"Sí!" -agregó Rocco. "La felicidad es un reino que todos podemos construir juntos."

"Así es!" -concluyó Lila, dando vueltas altas en el aire.

De esta manera, el gran sorteo de París se convirtió en una fiesta de alegría y cooperación donde todos aprendieron que ayudar a otros es el verdadero secreto de la felicidad. Con el libro en sus manos, Magdalena volvió a su hogar en Arcoíris, lista para compartir esos secretos con todos sus amigos.

Y así, el reino de Arcoíris nunca volvió a ser el mismo. Desde ese día, todos aprendieron a buscar la felicidad en cada acto de bondad, creando un mundo lleno de luz y alegría.

FIN.

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