El gran sueño de Tomás
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Verdecito, un niño llamado Tomás que soñaba con tener su propio carro de juguete. Todos los días, al volver de la escuela, pasaba frente a la juguetería del pueblo, donde había un carro rojo brillante que siempre llamaba su atención.
-Un día, mientras caminaba por la vereda-
-Tomás, ¿por qué tan pensativo? -preguntó su amiga Clara, viéndolo mirar el carro.
-Es que me gustaría tener ese carro, pero... no tengo suficiente dinero. -respondió Tomás con un suspiro.
-Claro, es muy bonito. Pero ¿sabés cuánto cuesta? -inquirió Clara.
-Sí, cuesta mil monedas. -dijo Tomás, mordiéndose el labio.
-Quizás podrías ahorrar. -propuso Clara, con una sonrisa.
Tomás decidió que era tiempo de poner en marcha un plan. Regresó a casa y le habló a su abuela sobre su deseo.
-Abuela, quiero comprar ese carro de juguete, pero necesito mil monedas. -dijo Tomás con determinación.
-¿Y cómo piensas conseguirlas, querido? -preguntó su abuela.
-¡Voy a ahorrar! Puedo hacer algunos trabajos en el barrio. -explicó él.
-Es una buena idea, pero no solo se trata de ahorrar. Necesitas investigar cuánto laboran las cosas y si es necesario negociar. -advirtió ella.
Tomás hizo una lista de las tareas que podía hacer: cortar el césped, pasear perros y ayudar a sus vecinos a llevar la compra. También decidió preguntar a sus amigos sobre pequeñas ofertas.
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-¡Hola, Marta! -saludó Tomás a su vecina-. ¿Le gustaría que le ayude a regar las plantas?
-Sí, claro, Tomás. ¿Cuánto me cobrarías? -preguntó ella.
-No sé. ¿Cuánto crees que es justo? -dijo él, recordando lo que le había dicho su abuela.
-Bueno, ¿qué tal si te doy 20 monedas? -ofreció Marta.
-¡Sí, eso está bien! -respondió Tomás emocionado.
A medida que pasaban los días, Tomás se dio cuenta de que trabajar no solo lo acercaba a su sueño, sino que también lo llenaba de alegría. Hablaba con los vecinos, les ayudaba y, además, se daba cuenta de que todos también tenían sueños y deseos.
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-¡Hola, vecino! -saludó Tomás un día-. ¿Usted tiene algún sueño?
-Sí, Tomás, a veces sueño con pasear por el campo en mi bicicleta. -respondió don Alfredo.
-¿Y qué le impide hacerlo? -preguntó Tomás, curioso.
-Creo que no tengo tiempo. Debo trabajar todo el día. -dijo don Alfredo con tristeza.
Tomás decidió ayudarlo. Se ofreció a hacer algunos trabajos por él para que don Alfredo pudiera tomarse un día libre.
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-Bueno, Tomás, eso sería maravilloso. Muchas gracias. -dijo don Alfredo, sonriendo con gratitud.
Finalmente, después de varios meses de trabajo, Tomás había conseguido 800 monedas. Pero aún le faltaban 200 para alcanzar la cantidad necesaria para su carro.
-Lamento que no haya podido ahorrar más rápido, Clara. -le dijo, un poco desanimado en la escuela un día.
-Ya casi lo lográs, Tomás. No te rindas. -la alentó Clara.
Decidido, Tomás pensó en hacer algo diferente. Comenzó a vender limonada en el parque.
-Tomás, ¿qué vendés? -preguntó un chico del barrio que pasaba por ahí.
-Vendo limonada fresquita, solo cinco monedas. -anunció él.
-¡Eres un genio! -dijo el chico y corrió a comprar.
Día tras día, fue haciendo su limonada y pronto se le unieron otros niños que querían participar. Se organizó una pequeña venta y recaudaron bastante dinero. Así, en una semana, logró completar la suma que tanto deseaba.
-¡Lo logré! -gritó emocionado un día mientras contaba sus monedas.
-¡Felicidades! -todos sus amigos lo aplaudieron.
Con su nueva cantidad de monedas, Tomás corrió emocionado hacia la juguetería. Entró y, con una gran sonrisa, pidió su carro.
-¡Aquí está! -dijo el dueño de la tienda, mostrándole el carro rojo.
-Gracias, ya tengo el dinero. -respondió Tomás sacando sus monedas.
-Es un gran carro, Tomás. Te felicito. Pero recuerda, lo importante no es solo tenerlo. Siempre se puede aprender mucho mientras trabajamos por nuestros sueños. -le dijo el dueño con una sonrisa.
-Así es, gracias. Aprendí mucho en este viaje. -dijo Tomás.
Tomás se fue a casa con su carro y, mientras jugaba en su jardín, recordó que la verdadera enseñanza fue el esfuerzo, la negociación y las amistades que hizo a lo largo del camino.
-Y así fue como Tomás descubrió que no solo se trataba de comprar un carro, sino de todo lo que aprendió en el proceso, y de cómo perserverar lo llevaría a cumplir sus sueños en el futuro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.